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Dios promete una tierra donde el hombre vive en paz, trabaja y su trabajo da fruto, donde Dios camina con él. «Reconstruirán las ciudades devastadas, y habitarán en ellas, plantarán viñas y beberán su vino, harán huertas y comerán sus frutos.»

Pero ¿cómo puede un hombre que libremente escoge la injusticia ser parte de esta tierra? La gente parece no entender la imagen del destierro (“infierno”) que está tan presente en la historia Bíblica.

Es necesario por necesidad profunda (ontológica) que la tierra que Dios nos dará en posesión (cieloresurrección) esté habitada por personas justas, que libremente deciden dejar a Dios reinar en sus corazones, mentes y vidas. No es un capricho, es una verdad de perogrullo.

El destierro es el lugar a donde tienen que ir por justicia, los que no quieren justicia. Y ahí no reina Dios, ahí es como un país gobernado por la mafia y los nazis en perpetuo conflicto. Los profetas usaban las imágenes de la Jerusalén y Babilonia para hablar de estas dos realidades.

Pero hay algo aún, Dios nos ama, infinitamente más que un Padre o Madre a sus hijos, más que dos esposos y amantes. Sabe que ninguno de nosotros, nadie en la historia de la humanidad puede ser justo o será justo siempre y en todo momento. El hombre, tú y yo, caminamos caminos sinuosos. Amar es salvar, amar es arrancar de las manos del destierro a aquel que aún mereciéndolo puedo hacerlo convertirse y retornar, como el hijo pródigo… que a su regreso el Padre dice «… pero era necesario celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado»

La cruz es el lugar donde Dios recibe el descargo de todo el poder del mal e injusticia, del pasado, del presente y del futuro. El mal y la injusticia no son creadas por Dios, la cruz no es un instrumento creado por Dios, Cristo la asume, Cristo la recibe, Cristo se encarnó plenamente humano y recibe todas las consecuencias del pecado. Solo Dios podría soportar ese peso, solo Él podía ser desterrado (la muerte) y recuperar su vida de nuevo (resurrección).

Lo que los Apóstoles de Jesús, y todos los que presenciaron la cruz y la resurrección entendieron, es que cuando Dios encarnado recibe todo el peso del pecado, cuando Dios mismo es desterrado hacia la muerte, cuando se asocia a nuestra humanidad y sus últimas consecuencias, entonces también por naturaleza nosotros podríamos asociarnos a su victoria, a su retorno. Cristo abre las puertas a la tierra que nos quiere dar en posesión desde que nos creó. Ahí donde: «Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá.»

No importa que tantas estupideces hayamos hecho, que tan injustas y obcecadas hayan sido nuestras decisiones, si queremos, si realmente queremos conocer a Dios y permitir que reine en nosotros, podemos convertirnos, Dios nos ha salvado. «Venid, pues, y disputemos – dice el Señor -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán. Si aceptáis mi mandato, lo bueno de la tierra comeréis.»

Ahora, es cuando podemos y debemos amar, amar como Él nos amó.

Para poder entrar en la tierra que Dios nos dará en posesión (cieloresurrección) Dios nos hace ver que la justicia es aceptar su oferta de salvación que limpia todo, y su Palabra, la cual nos pide que amemos con pasión al prójimo, incluso a los enemigos, que busquemos, convoquemos, sanemos, llevemos esta Palabra a todos, porque todos son invitados a esta tierra donde el hombre vive en paz, trabaja y su trabajo da fruto, donde Dios camina con él. Solo deben libremente aceptar a Cristo y dejar a Dios reinar en sus corazones, mentes y vidas.

«Aquel día levantaré la cabaña de David ruinosa, repararé sus brechas y restauraré sus ruinas; la reconstruiré como en los días de antaño, para que posean lo que queda de Edom y de todas las naciones sobre las que se ha invocado mi nombre, lo digo yo el Señor, el que hace esto. He aquí que vienen días en que el arador empalmará con el segador y el pisador de la uva con el sembrador; destilarán vino los montes y todas las colinas se derretirán. Entonces haré volver a los deportados de mi pueblo Israel; reconstruirán las ciudades devastadas, y habitarán en ellas, plantarán viñas y beberán su vino, harán huertas y comerán sus frutos. Yo los plantaré en su suelo y no serán arrancados nunca más del suelo que yo les di, dice el Señor tu Dios.» (Am 9,11ss)

«Reposará sobre él el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Dios. Y le inspirará en el temor del Señor. No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos.

Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja.

Hurgará el niño de pecho en el agujero de la cobra, y en el nido de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento de Dios, como cubren las aguas el mar.» (Is 11,2ss)

Esto es lo más profundo y verdadero que un hombre puede escuchar, es pilar y piedra angular de la existencia. Igual que los átomos siguen las leyes naturales dispuestas por el Creador y no son meros fenómenos de azar yendo de la nada hacia la nada… así nuestra vida no es una colección de acciones sin peso ni medida ni dirección, se mueven y debaten entre la seriedad de la libertad, la verdad, la justicia, el pecado, el bien y el mal. Son acciones que esclavizan o liberan, que nos ponen de camino hacia el destierro o a la tierra a la que hemos sido llamados por nuestro Padre y Señor.