Aceptar la voluntad de Dios no es tirarte en la cama, eso es un derrotismo revestido de falsa sacralidad. Aceptar y amar la voluntad de Dios nuestro Padre es tomar su fuerza, su pasión su gozo y llevarlos a todas las gestas de la vida, a la batalla última en la cruz.
A Jesús no lo arrastraron después de Getsemaní cuando acepto la voluntad de su Padre, salió con la absoluta resolución de enfrentar todas las fuerzas del mal y derrotarlas… la voluntad del Padre no fue al final algo que aceptó, sino que se convirtió en su propio deseo, en su propio proyecto, en su mismísima voluntad, no era arrastrado a esa batalla, era todo su ser el que quería batirse ahí.
—CJBS
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