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Hay un renovado interés por el tema de las Cruzadas, que viene de la mano de eruditos modernos y del uso de documentos históricos como cartas, registros de transacciones y otros, que ayudan a ver con una luz más crítica e imparcial un tiempo histórico susceptible a la deformación de los hechos.

Existen dos fuentes de conocimiento para las Cruzadas, aquel que viene estudiado por la academia a partir de fuentes históricas, y aquel que se presenta en los medios (internet, tv, blogs) que proviene de los escritos de los que fueran enemigos de la Iglesia.

Personajes de la ilustración como Voltaire y Edward Gibbon, caricaturizan las Cruzadas como emprendimientos de una Iglesia hambrienta de poder que solo dilapido los recursos de Europa. Para ellos, los Cruzados eran criminales supersticiosos manipulados por el Papa. Para Lutero y los Protestantes las cruzadas fueron un llamado hecho por el anticristo (el Papa) para aumentar la riqueza de la Iglesia. Una matanza de Musulmanes pacíficos y tolerantes, todo por influencia, dinero y gloria, llamadas por una Iglesia Católica ávida de poder y riquezas.

¿Qué fueron realmente las Cruzadas?

El Islam. En el Siglo VII, Mahoma, para unir a las tribus nómadas de la península Arábiga, denomina a todos los creyentes de su movimiento parte de una comunidad especial, umma, y divide el mundo entero en dos, la Casa del Islam (los que están dentro de la umma) y la Casa de Guerra (los que están fuera). Decreta como obligación de todos los Musulmanes traer a todos los de la Casa de Guerra hacia la Casa del Islam por medio de un conflicto violento si es necesario. Esta es la base de la mentalidad imperialista y expansionista del Islam.

Antes de la muerte de Mahoma, las fuerzas Islámicas ya habían conquistado Persia y Siria. En el año 642, capturaron el territorio Cristiano de Egipto y para el año 700 ya habían arrasado todas las áreas Cristianas del Norte de África. Jerusalén fue conquistada en el 638 con violencia, destruyendo todo a su paso. Diez años después de la muerte de Mahoma, las fuerzas Islámicas ya habían conquistado la mitad del territorio Cristiano en Tierra Santa. 

En el Siglo VIII, guerreros musulmanes cruzaron el estrecho de Gibraltar, conquistando prácticamente todo el territorio de la actual España. Desde España lanzaron campañas contra Francia, pero fueron detenidos por Carlos Martel en Poitiers en el 732. Durante el Siglo IX, los territorios Cristianos en el mediterráneo, incluyendo Roma, fueron sometidos a feroces incursiones.

La vida era difícil para los Cristianos y Judíos dentro de los territorios ocupados por los Musulmanes. A menos de que se convirtieran al Islam, tenían estatus de ciudadanos de segunda clase, y eran obligados a pagar un impuesto anual. 

En Siglo XI, el Califa de Egipto, al-Hakim, ordenó la destrucción de la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalen1. La noticia de este acto hizo eco en toda la Cristiandad. Al-Hakim también persiguió a los Judíos y Cristianos en su territorio, obligándolos a identificarse con marcas en sus ropas, prohibiendo el uso de vino incluso para las celebraciones eucarísticas, mandó a destruir cruces y todos los misales2.

La persecución Musulmana de Cristianos en territorios conquistados y de peregrinos Cristianos en Tierra Santa fue en aumento en el Siglo XI, destrucción de iglesias, asesinato de sacerdotes y persecución a los peregrinos eran comunes. Un ejemplo de ello es la masacre de Viernes Santo en el año 1065 donde entre 7,000 y 12,000 peregrinos Alemanes en peregrinación con el Obispo Günther fueron asolados y muchos de ellos masacrados cerca de Jerusalen3.

Las condiciones empeoraron con la llegada de los Turcos Selyúcidas. Los Turcos conquistaron Siria, Iraq y Palestina. En los años 1068 y 1071 derrotaron un enorme ejército Bizantino, capturando al Emperador Romano IV en la Batalla de Manzikert. La victoria Selyúcida y su conquista obligó al Emperador Alejo I Comneno (1081–1118) a buscar ayuda del Papa para defender la masacre contra los Cristianos y la imparable conquista Musulmana.

La Respuesta

El Papa Urbano II (1088–1099) responde al llamado del Emperador Bizantino. Urbano sabía el sacrificio que tendrían que hacer los que tomarán la primera Cruzada, dejarían familias, tierras, amigos, y asumirían el riesgo de morir defendiendo a los Bizantinos. Así que enfocó la Cruzada en la liberación de Jerusalén y la Iglesia del Santo Sepulcro, así como en los beneficios espirituales de la peregrinación, la indulgencia.

Los diez mil Cristianos guerreros que tomaron la cruz y viajaron a Tierra Santa no eran una fuerza ofensiva de conquista y matanza, sino una fuerza que iba a recuperar los territorios Cristianos perdidos, a defender y salvar a los Cristianos nativos de esos territorios y a los peregrinos, todos perseguidos y asolados durante siglos por los Musulmanes.

El Papa Urbano describe gráficamente cómo los Musulmanes torturaban, violaban y asesinaban a los peregrinos Cristianos, como las Iglesias Cristianas eran profanadas llenando el altar y las fuentes de bautismo con la sangre de los peregrinos.

¿Por qué ir a las Cruzadas?

Durante la primera Cruzada, Ana Comneno, la hija adolescente del emperador Bizantino Alejo I Comneno, miraba a los Cruzados llegar del Oeste a Constantinopla. Décadas después, en un libro que escribe acerca del reinado de su padre, La Alexiada, describe erróneamente lo que ella suponía era la motivación de los Cruzados: “Los Caballeros vinieron a hacerse ricos, mientras que los pobres querían salvar sus almas” También opinaba que el objetivo de la Primera Cruzada era capturar Constantinopla, no liberar Jerusalén.

Siglos después, los Protestantes y los autores de “La Ilustración”, el Luterano Johann Lorenz von Mosheim (1693–1755), Denis Diderot (1713–1784) y Edward Gibbon (1737–1794) hicieron eco en la opinión errónea de Ana, retratando las Cruzadas como un medio para aumentar la riqueza de la Iglesia.

La realidad que encontramos es otra. Los que se embarcaron en las Cruzadas sabían del alto costo material y personal. Dejaron propiedades, familias e incurrieron en grandes gastos para defender a los peregrinos y al Cristianismo. No solo eso, sino que consideraban ante todo que la Cruzada que defendían era una gran peregrinación armada hacia Tierra Santa. Muchos de los caballeros que respondieron el llamado vivían una dura realidad donde la guerra, las batallas y las muertes se daban por doquier. No era fácil ser Cristiano y al mismo tiempo vivir en una realidad donde tomas muchas vidas. Es por ello que había gran cantidad de penitencias muchas de ellas de por vida, entre ellas se encontraban las peregrinaciones. Eran parte de una época de profunda fe y al mismo tiempo de ineludible brutalidad.

Urbano II reconoce esta realidad cuando exhorta a los Cruzados diciendo: “Debe ser un hermoso ideal para ustedes morir por Cristo en la ciudad que Cristo murió por ustedes”.

No solo eran motivados por una redención personal, sino por amor a Dios y al prójimo. Odo de Châteauroux escribió: “Es un signo de que el hombre ama a Dios, cuando hace a un lado el mundo. Es un signo seguro que su corazón arde de amor y celo por Dios, cuando deja su tierra, sus posesiones, su familia, para cruzar el mar en servicio de Jesucristo”.

Los hermanos Godofredo y Guido participaron en la primera Cruzada y específicamente citaron como su motivación el ayudar a sus hermanos Cristianos. Se tiene documentada la venta de sus tierras a la abadía de San Víctor en Marsella (para financiar su travesía), ellos escriben que iban a la Cruzada “Para exterminar la maldad y odio sin freno de los paganos, por los cuales innumerables Cristianos han sido oprimidos, encarcelados o asesinados”4.

Al final, cuando Urbano llama a la primera Cruzada, deja claro que la indulgencia (penitencia), era otorgada sólo a aquellos que participaban sólo por devoción y no para ganar honor o riqueza. Odón de Borgoña reconoce esto cuando escribe acerca de sus razones para ir: “La travesía a Jerusalén es una penitencia por mis pecados… La misericordia divina me ha inspirado que debido a la enormidad de mis pecados debo acudir al llamado en el Sepulcro de Nuestro Salvador”

Ir a las Cruzadas era costoso, y la mayor parte del tiempo cada cruzado se financiaba vendiendo tierras y propiedades. Se estima que a los Primeros Cruzados les costaba de cuatro a seis veces su ingreso anual tomar la cruz e ir a corregir las cosas en Tierra Santa, su penitencia5. La mayor parte de los Cruzados que sobrevivieron, regresaron más pobres de su travesía. La recompensa de ir era espiritual, no material.

Si la motivación de los Cruzados hubiera sido tierra y botín, y no piedad, hubieran aceptado el llamado anterior del Papa Alejandro II en 1063, cuando propuso una cruzada contra los Musulmanes de España. Al contrario de Tierra Santa, la España Morisca era extremadamente rica, con abundantes tierras fértiles y estaba más cercana a Europa. Sin embargo, los Cruzados sí aceptaron el llamado, 20 años después, hacia una tierra árida y pobre de la lejana Palestina ¿cuál fue la diferencia? Jesucristo no camino en las calles de Toledo ni fue crucificado en Sevilla.

Reglas de guerra

Sería absurdo ver las Cruzadas con los lentes de los Convenios de Ginebra o de una persona del Siglo XX. Tanto los cruzados como los musulmanes seguían las mismas reglas de guerra las cuales incluían arrasar las ciudades fortificadas que no se rindieran de inmediato. Una regla que ayudaba a disuadir a otras fortalezas a cerrar sus puertas para evitar alargar los asedios con todo el costo humano que esto conllevaba.

Cuando los cruzados entraron a Jerusalén, lo más probable históricamente es que acabarán con muchos dentro de los muros. La misma o mayor brutalidad exhibían los Musulmanes.

Cuando el sultán Baibars I tomó la fortaleza de los Templarios de Safed en 1266, masacró a todos a pesar de que había prometido respetarles la vida en las negociaciones de rendición. Ese mismo año, cuando sus fuerzas tomaron la gran ciudad de Antioquía, Babiars ordenó que todos los habitantes, incluyendo mujeres y niños, fueran asesinados o esclavizados. Lo que siguió fue la “más grande masacre de toda la era cruzada”. Como Bohemundo VI de Antioquía estaba fuera de la ciudad cuando ocurrió la masacre, Babiars le mandó una carta: “Habrías visto a tus caballeros postrados bajo los cascos de los caballos, tus casas asaltadas por saqueadores … Habrías visto a tu enemigo musulmán pisoteando el lugar donde celebras misa, cortando las gargantas de los monjes, sacerdotes y diáconos en los altares, trayendo muerte súbita a los patriarcas y esclavitud a los príncipes reales. Habrías visto fuego corriendo por tus palacios, tus muertos quemados en este mundo antes de bajar al fuego del próximo”

Los cruzados y los musulmanes ofrecían el mismo trato de guerra y ambos tenían también líderes que eran más violentos de lo “propio” de la era.

Tiempos violentos

Tanto como ahora, la Iglesia medieval tenia profundas reservas acerca de la violencia, ante todo cuando se trataba de asesinato. Esto era fuente de preocupación para los caballeros y sus confesores ya que la guerra era algo recurrente en la nobleza medieval, y cualquier caballero que haya sobrevivido lo suficiente había ya asesinado al menos una vez. Aun cuando las victimas fueran hombres “malvados sin remedio”, sus asesinatos eran considerados pecados, y en muchas instancias el asesino no tenia ninguna superioridad moral sobre la victima. No en balde el Papa Urbano II llama a estos caballeros “Soldados del Infierno” a convertirse en “Soldados del Dios viviente”.

Era una nobleza medieval que gustaba de hacer guerra a veces entre amigos solo por el placer de una buena pelea, es para lo que se habían entrenado todos los días desde niños. Esto generaba una necesidad de penitencias, muchas de por vida, que a veces incluían peregrinaciones hasta Tierra Santa. Viaje largo y penitencial que exigía un esfuerzo físico, económico y espiritual.

Caballeros pecadores

Aunque la mayoría de los cruzados fueron a la guerra por piedad, por Dios y por liberar a los peregrinos, pocos tenían un estilo de vida religioso o piadoso. Comían y tomaban como podían, violaban los mandamientos, el asesinato y el adulterio eran comunes. Además, no desdeñaron el botín de la batalla y saqueaban lo que podían, que no era mucho cuando se equilibraba con los costos de la cruzada. Y, por supuesto, a menudo eran crueles y sedientos de sangre; después de todo, habían sido entrenados desde la infancia para hacer la guerra, cara a cara, espada a espada.

Eran hijos de su época, y como vimos, no era una fuerza de conversión y de conquista atacando a un pueblo pacífico. Sino una fuerza de liberación reaccionando contra las incursiones violentas de los Musulmanes.

La Iglesia

Estos pecadores eran Cristianos, los peregrinos eran Cristianos, los territorios eran Cristianos y la profanación era en Iglesias Cristianas. El liderazgo e involucramiento de la Iglesia era necesario y esperado. 

El aspecto político y económico está fuertemente ligado al mundo espiritual. Existe una tendencia “espiritualista” entre los críticos de la Iglesia que pujan por meterla en el aspecto privado y de mera religiosidad. Pero ¿acaso los más de 5’000 hospitales, 15’000 dispensarios, 500 leprosarios, 14’000 asilos, 7’ooo orfanatos, etc. que atiende y sostiene la Iglesia Católica por el mundo deben desaparecer? La caridad al prójimo, ¿debe desencarnarse por una espiritualidad vacía? 

De la misma manera, el aspecto económico, político y familiar está estrechamente encarnado en la comunidad de los creyentes, al final, la Iglesia no es una comunidad de seres extraterrestres, sino de personas ¿Acaso los Cristianos deben dejarse conquistar y ver a sus familias desprovistas de su economía y estilo de vida? ¿Deben aceptar que sus peregrinaciones pacíficas sean un martirio con posibilidades de tortura, esclavitud o asesinato? Aquí no estamos hablando de que los Cristianos practicaban el sacrificio humano y vino una cultura distinta a abolir eso. Estamos hablando de una sociedad estable y pacífica para los estándares de la época que viene a ser conquistada de manera violenta.

La Historia

Criticar a la Iglesia no es un fenómeno nuevo, es casi tan antiguo como la Iglesia misma. Los ataques a las enseñanzas de la Iglesia y la persecución de sus fieles son parte integral de su historia. Sin embargo, lo que es relativamente nuevo es el mal uso de los acontecimientos históricos para socavar la Iglesia y sus enseñanzas. Este “ataque histórico” comenzó con la Revolución Protestante, pero en el mundo moderno se ha convertido en una táctica trillada y abusada contra la Iglesia. No obstante, ha demostrado ser bastante eficaz, ya que muchas personas en la sociedad actual (incluidos, desafortunadamente, muchos católicos) creen en la historia falsa presentada por los críticos. 

Influenciada por los medios de comunicación, Hollywood y otros medios, la percepción popular de los eventos históricos prevalece incluso cuando esa percepción está completamente en desacuerdo con la realidad histórica.

El ataque histórico tiene un gran éxito porque los católicos no conocen su propia historia. Conocer bien nuestra historia nos ayuda a saber quiénes somos. Conocer mal nuestra historia influirá negativamente en nuestra cosmovisión y nublará nuestra relación con la Iglesia.

También es importante aprender la historia de la Iglesia para los que realmente quieren ser críticos de ella. No se puede ser un crítico objetivo si se basa en una distorsión de los hechos.

El Honor y la Guerra

Las Cruzadas fueron una serie de guerras, y como todas las guerras hay muerte, masacres, héroes, villanos y personajes que fluctúan entre ambas categorías. Lo que pretende este breve artículo es abrir al lector el panorama actual que los académicos y eruditos nos han estado diciendo, los Cristianos que fueron a las cruzadas, no eran santos, sino caballeros y guerreros, pecadores la mayoría, hijos de su época, pero que buscaban una redención personal al ir a rescatar a los peregrinos masacrados, a las personas perseguidas en los territorios conquistados, a las Iglesias profanadas y hacer pagar la brutalidad de los musulmanes. Empresa que les costó sus tierras y sus vidas, pero habían encontrado una razón más noble para morir que simplemente guerrear entre ellos, morir por Dios y el prójimo.

Un Cierre Teológico

Nuestra fe Cristiana-Católica es una fe histórica, y cualquier intento de comprender a Dios de manera abstracta es fútil. La religión Judeo-Cristiana habla de un Dios que actúa en la historia, y como tal, sólo puede ser entendido en relación con el hombre.

Por eso Dios toma lo que el hombre es y le ofrece, toma su ignorancia y la hace menos ignorante, toma sus leyes injustas y las hace menos injustas, toma su violencia y la hace menos violenta, toma su celo por los ídolos y lo convierte en celo por Él y su santidad, toma su manía de hacer la guerra y la encamina en una guerra por Él y su justicia….

Pedagógicamente va tomando lo que el hombre es y lo va transformando. Deja claro que el amor a Él y el prójimo es lo más importante, deja claro que mentir, matar y codiciar están prohibidos, la vara alta está puesta, pero el hombre concreto en su tiempo concreto parece no poder acercarse a esta exigencia. Así que Dios toma lo que le ofrecemos, aunque la severidad y exigencia de la ley y su Palabra están ya dichas.

Vendrá entonces sí, Él mismo, a mostrarnos lo que es el hombre de verdad, Cristo, y consuma lo que el hombre no pudo, hacer la voluntad completa del Padre, dando por cumplida la exigencia total de su Palabra.

El hombre, sigue en esa historia, avanzando y ofreciendo lo que puede a Dios y Él lo sigue aceptando, supliendo todo lo demás con lo que Cristo ya hizo en y por nosotros.


Citas & Bibliografía:

1)Holland, The Forge of Christendom, 237. The church was rebuilt in 1048 and then renovated and expanded by the Crusaders after the liberation of Jerusalem.
2)Yahya ibn Said, ed. And trans. Ignati Kratchkovsky and Alexander Vasiliev, in Patrologia Orientalis, ed. René Graffin and François Nau (Paris, 1907–), 23:502–12. Quoted in Andrew Jotischky, “The Christians of Jerusalem, the Holy Sepulchre and the Origins of the First Crusade,” Crusades, vol. 7, The Society for the Study of the Crusades and the Latin East (Burlington, VT: Ashgate Publishing Company, 2008), 45.
3)Jonathan Sumption, Age of Pilgrimage—The Medieval Journey to God (Mahwah, NJ: HiddenSpring Books, 2003), 257–258.
4)Recueil des chartes de l’abbaye de Cluny, ed. A. Bruel, 5 (Paris, 1894), 51–3, no. 3703; Cartulaire de l’abbaye de Saint-Victor de Marseille, ed. M. Guérard (Paris, 1857), I, 167–168, no. 143. Both quoted in Christopher Tyerman, God’s War: A New History of the Crusades (Cambridge, MA: The Belknap Press of Harvard University Press, 2006), 27.
5)Riley-Smith, The Crusades: A History, 20.
Weidenkopf, Steve. The Glory of the Crusades.
Weidenkopf, Steve. The Real Story of Catholic History: Answering Twenty Centuries of Anti-Catholic Myths
Stark, Rodney. Bearing False Witness, Templeton Press.