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Dulcea Sarutare

Los Íconos nos ayudan a contemplar los misterios de la salvación. Escritos (pintados) a mano por monjes o sacerdotes, elaborados con ayuno y oración incesante. Su veneración por la Iglesia está atestiguada desde los primeros siglos.

Tomemos como ejemplo este Ícono de tipo Eleúsa (Ternura) o Glicofilussa (Dulce Beso).

En el vemos el amor que Cristo tiene por el hombre, representado aquí en el amor a su Madre, también figura de su Iglesia. Cristo toma tiernamente el rostro de la Virgen, mientras María lo abraza con dulzura reflexiva, contemplando el misterio de la encarnación y la futura pasión de su Señor.

Cristo lleva en su mano derecha un rollo, indicando que Él es el cumplimiento de las esperanzas y las palabras de los Profetas. Representa también a la Palabra encarnada trayendo el Evangelio. La buena nueva que el Padre encarga al Hijo, la de la apertura completa del Reino de Dios que antes había sido cerrada por nuestro pecado.

El divino niño además deja ver su talón izquierdo desnudo, signo de la futura pasión a la que se entregará por muchos, anunciada ya en el proto-evangelio del Génesis:

(A la serpiente): «…Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y su simiente; él te herirá en la cabeza, y tú lo herirás en el talón» (Gn 3,15)

Vemos a la virgen con un manto rojo adornado de tres estrellas (una oculta detrás de Jesús), que representan la Trinidad, recordándonos que la historia de salvación es una obra Trinitaria. También son signo de la virginidad antes, durante y después del parto, apuntando al misterio de la maternidad divina.

Los colores de los mantos y ropas de la Virgen y Jesús nos dicen también algo acerca de sus misterios: rojo, representando la humanidad y el sufrimiento, azúl la maternidad y realeza, blanco, pureza; dorado, divinidad.

Las abreviaturas griegas nos dicen quiénes son los protagonistas del ícono: MP-ΘΥ, Μήτηρ Θεού, La Madre de Dios e IC-XC, Ἰησοῦς Χριστός, y Jesús Cristo.

Cristo tiene arriba de su cabeza la última letra griega de su alfabeto: ω (omega), diciéndonos que Jesús es el Omega de la creación, el fin último al que todos nos movemos y debemos abrazar. Por eso, la Virgen lleva en en su brazo izquierdo sobre su túnica las palabras que ella dirige a los siervos en las bodas de caná:

Ο τι ἂν λέγῃ ὑμῖν ποιήσατε. «Hagan lo que Él les diga» (Jn 2,5)


Agradecemos al estudio de Iconografía Ortodoxa que se encuentra en el Sacrosanto Monasterio de la Santísima Trinidad de la Iglesia Ortodoxa Rusa en la Ciudad de México por escribir este hermoso ícono. https://www.facebook.com/IconStudioMexico