Tiempo de lectura: 2 min. ⏳

Philippe de Champaigne (French, 1602-1674), The Adoration of the Shepherds, 1640, oil on canvas, Gift of Dr. and Mrs. Edwin Binney, 3rd, no known copyright restrictions, 66.83

La Epifanía es la manifestación o revelación de algo, que en el contexto del adviento significa la manifestación de Dios como hombre, mesías y salvador.

Mientras Yahveh, el Dios soberano de todo lo que existe nacía, nadie se enteraba de ello, los poderosos estaban en sus asuntos, como Herodes, intentando conservar su poder ante los rumores de un mesías, ¿y el pueblo? dormía sin saber nada. Solo unos pastores son avisados y dejando atrás sus rebaños corren presurosos para encontrarse con su Señor en el pesebre. Eran testigos del momento donde se contenía la esperanza y el amor que sostienen todo lo creado.

Pero también había unos “magos” sabios, reyes de oriente, que habían visto una estrella y supieron ver en ella una señal. ¿Pero por qué la supieron ver? Porque la esperaban, esperaban la manifestación del mesías, la cuál era una idea común en esa época, que el imperio del mundo lo alcanzaría una persona salida de Judea.

Estos reyes emprendieron un viaje dejando todo atrás. Llegaron a Jerusalén pues ¿dónde más podría nacer el mesías sino ahí? ¿Dónde nacería el rey de los Judíos sino en la cuna de la realeza? Pero no encontraron nada fuera de un Herodes paranoico por perder su poder y unos “sabios” de Israel que le indicaron a los reyes magos donde debía nacer el mesías. Pero estos sabios ni siquiera intentaron seguir a los magos, ningún evangelio narra que alguno de esos ellos haya siquiera intentado ir a buscar al mesías, ni aún con la extraña visita de los magos entendieron lo que se les venía encima.

¿Qué nos dice a nosotros la Epifanía? Ya desde los profetas y los salmos se anunciaba que Dios, Yahveh, sería reconocido por todos los pueblos y adorado por todas las nacionalidades y razas: «Los reyes de Tarsis y de las islas ofrecerán presentes; los reyes de Arabia y de Saba le traerán sus regalos: y todos los reyes de la tierra le adorarán» (Salmo 71, 10)

Los Sabios de Oriente abandonaron su país y fueron en busca de Dios. Los sencillos pastores fueron avisados y corrieron con prisa y sin falta. ¿Nosotros reconocemos en nuestra poca o mucha inteligencia al Señor? ¿Somos sabios más que cultos y necios? ¿Somos sencillos? ¿O somos como Herodes? Herodes no quería perder su poder. Él representa no solo a los gobernantes, ricos o poderosos, sino a nosotros mismos que no queremos perder el poder de nuestras propias vidas. Este poder es mas seductor y egoísta que el del dinero o el poder político. El poder de nuestra voluntad, de hacer lo que nos plazca y cuando nos plazca, la autocomplacencia, son otro tipo de tiranía de nuestro ego hacia nuestra alma y corazón.

¿Estamos dispuestos a dejar ese poder e ir a buscar al Señor, a nuestro salvador, a nuestro Dios, al verdadero Rey, el verdadero Rey de nuestras vidas? ¿Estamos dispuestos a dejar nuestras cadenas, quemar nuestros barcos e ir a ofrecerle lo poco que realmente somos? ¿O nos asusta y causa escándalo que Dios venga, y tememos que nos quiete lo que tenemos, queremos, poseemos y somos? Ese fue el primer pecado, el pecado original, no fue solo soberbia, fue el desconfiar de Dios, creer que nos oculta algo, que su poder no es algo natural sino una amenaza para nosotros. Por eso la manifestación de Dios se hace desde la más grande humildad, porque es poderoso se despoja de todo poder y viene a necesitarnos. Maravillas de maravillas, viene a mostrarnos la verdadera cara del poder: “Porque puedo, entonces puedo servirte y amarte y salvarte”

“Tú eres la causa de mi venida” nos dice el Señor a cada uno de nosotros… ¿Dejaremos todo para ir a encontrarnos con Dios y poner lo que somos ahí, junto a Él en el pesebre?