Dios eligió a Israel de entre todos los pueblos para enseñarle sus caminos. No eligió a Egipto, ni a Mesopotamia, ni a Asiria, ni a Roma, potencias que podían acechar y destruir de manera rápida y pragmática… Elige a un pueblo nómada, pastores, gente de familia, tradiciones y desierto. Todas esas potencias son de alguna manera pueblos que en sus propios proyectos —sin Dios— actúan como contrarios al proyecto de Dios.
Israel está siempre en guerra, porque no puede ser de otra manera para los que siguen los caminos del Señor.
La Iglesia Católica, nuestra Iglesia, el nuevo Israel (San Pablo) está siempre en guerra…
No me refiero solo a la guerra como choque físico entre dos enemigos. Dios que vive y acepta llevar su plan a través de lo que el ser humano es, tuvo que salvar, educar y llevar a Israel en el contexto histórico que vivió… Hoy nuestro contexto es otro, pero el choque sigue siendo tan mortal e importante como las grandes batallas y gestas del Antiguo Testamento.
Dios nos envía hasta los últimos confines de la tierra a proclamar, curar, sanar, acompañar, rescatar, salvar, anunciar a nuestro Dios, “El que Es”, “Dios con nosotros”, “Un Dios que salva”…
Una lucha, en los medios de comunicación, en las marchas, en ir a vestir al pobre, consolar al afligido, visitar al encarcelado, gritar la dignidad humana, proteger al pequeño, al débil, anunciar a todos lo único que puede dar felicidad, verdad y sentido a sus vidas.
La vida de un Cristiano es la antítesis del aburrimiento, de la nada, de la inactividad, de la “paz” como la quiere dar el mundo… Los rebeldes y revolucionarios creen entender del status quo y de los ideales pero ¡no saben nada!… No existe nada más subversivo que creer en un solo Dios “Credo In Unum Deum”, un Dios que actúa en la historia, que nos envía en la historia, que transforma la historia de maneras nunca antes vistas ni pensadas. Un Dios que sigue actuando con nosotros, por nosotros y a veces a pesar de nosotros.
Que en el Antiguo Testamento se le conociera como “El Señor de los Ejércitos” no es consecuencia de un “lenguaje arcaico”, es la manera humana de decir que nuestro Dios es un Dios de aquí y de ahora, que acompaña, lucha y está con nosotros.
¿Cómo se vive una vida cuando se entiende que estamos en una gesta que tiene como fuerzas de choque al mundo y sus planes (con su verdugo la muerte) y a Dios y los suyos (con la victoria de Jesucristo y su resurrección)? De una manera potente, cada segundo se convierte en una oportunidad para escuchar a Dios y realizar su plan, para dar lo que sabemos y podemos para llevar a Dios a todos.
Estamos en guerra y siempre lo estaremos hasta que Dios venga a consumar los tiempos y poner todo a pies de Cristo… mientras tanto o estamos con Él o contra Él.
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