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¿Cómo Dios se puede preocupar de milagros pequeños, de señales particulares y no de las grandes tragedias de la humanidad como los miles de niños y pobres que mueren de hambre en África?

Son dos puntos los que se tocan con esta pregunta, ¿Si Dios es bueno por qué permite el mal? ¿Si Dios permite el mal por qué actúa en ciertos momentos particulares?

¿Si Dios es bueno por qué permite el mal?

Hay muchas respuestas a esta pregunta, una pregunta que está por cierto bien planteada, ya que el mal es permitido por Dios, más no creado u ocasionado por Él.

La primera razón es que Dios creó seres libres que pueden impactar con sus actos la realidad. Soy libre para amar o para matar, para crear o para destruir.

Pero esa ya la habías escuchado aunque quizá de tanto escucharla no te haga sentido. Pero interiorízala de nuevo…, tiene más sentido de lo que quieres otorgarle.

La segunda razón la comienzo con dos preguntas: ¿Qué es el bien? ¿Qué es ser bueno?. Planteemos el hipotético caso que daría por satisfecha la objeción al dios “bueno” que actúa como queremos.

Dios deja caer pan del cielo en todo África rompiendo todas las reglas naturales que él mismo creó. Bien, tenemos que quizá durante 3 horas estos niños, pobres y débiles gozarán de una buena comida, hasta que… lleguen guerrilleros armados de distintos puntos acaparando el pan y cobrando a los más débiles el alimento a cambio de oro, esclavitud, favores sexuales u otros servicios. Veamos ahora lo que dios hace en su “bondad”, en su “buenismo”. Se le ocurre dejar caer del cielo las armas más avanzadas para que niños y pobres puedan defenderse ante los guerrilleros. Lo que sucede en las siguientes semanas es que la población africana disminuye en un 35%, pero además, se comienzan a involucrar intereses externos: Alemania, USA y las potencias productoras de armas se unen al conflicto, dando aún más armas a los guerrilleros (¿Cómo puede ser que esos niños y pobres hayan obtenido armas gratis?) Esto hace a los guerrilleros más fuertes y logran acabar con gran parte de los débiles y pobres en África.

Pero entonces el “buen” dios hecho de barro humano decide hacer la piel de sus «pobres» indestructibles a las balas y todo tipo de armas. En el lapso de un mes los débiles y pobres arrasan por completo con todos los guerrilleros, se hacen con todo el alimento, el oro, y las riquezas de África. Viendo su poder, deciden que no es suficiente, y comienzan a invadir Arabia por tierra y España por mar… El “buen” dios humano no sabe ya qué hacer así que opta por lo más coherente, lo que debió hacer desde el principio, borrar por completo todo lo existente… y lo hace, desfasando en 1% las 4 fuerzas que operan el universo…, colapsando en un vacío total todo el cosmos.

No importa que camino a lo humano quiera seguir el “buen” dios, desencadenará al final un cataclismo que debe hacernos desaparecer de la faz de la tierra. Porque el problema no es Dios, no es la naturaleza, el problema somos nosotros.

¿Cómo puede Dios “cambiarnos” sin que perdamos la libertad que nos hace “ser” seres que no son el Ser sino sólo participes de Él? O en términos llanos, ¿Cómo puede Dios resolver el problema que somos nosotros mismos sin destruirnos por un lado y sin cambiar lo que esencialmente somos —libres— por el otro?

Esa es la historia de la salvación. Pero de eso me escucharán hablar en otra ocasión.

¿Qué es el bien, el bien que nos hace felices y plenos? Quizá habría que replantearse la respuesta. El bien no puede ser relativo para un ser que participa de un absoluto, el bien no puede ser finito para un ser que participa del infinito y el bien no puede ser particular para un ser que fue hecho solo para el amor.

Dar comida al hambriento y agua al sediento es algo relativo, particular y finito, dar salud al enfermo es algo relativo, particular y finito… dar un universo sin dolor es algo relativo, particular y finito. Nada de esto resuelve el problema, nada de esto dura, nada de esto nos dará realmente la felicidad, el gozo profundo del cual estamos hambrientos y sedientos de muerte.*

Lo único que puede llenarnos es algo absoluto, infinito y que sea completa y totalmente solo para nosotros, por nosotros y con nosotros.**

Nos hiciste para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti.

San Agustín

Todo lo demás son placebos, tu pornografía, tus noches de juerga, tu pseudo-intelectualismo, tu PS4, tu BMW, tu ego, tu casa, tu libro, tu fama, tu autocomplacencia, tu seguridad, tu moral, tu ética, tus amantes, tú.

Todo eso es relativo, finito y particular y está destinado a convertirse en una adicción, que mientras más consumes más hambre y sed te dará.

Que los niños de África mueran de hambre es un mal relativo, finito y particular, millones mueren todos los días, de cáncer, de accidentes… ¿Estás seguro que en África son más infelices que en Hollywood? ¿Qué tú? ¿Estás seguro que la persona con cáncer es más infeliz que quién abandonó a sus hijos? ¿Qué quién tiene relaciones sexuales con distintas personas todos los días? ¿Qué quién está en las vegas distribuyendo droga y matando millones de vidas, destruyendo miles de familias?

El sentimentalismo nos ha hecho débiles mentalmente para comprender la realidad. Sí, el mal duele, y precisamente que tengamos esa capacidad de ver lo injusto, el sufrimiento y la maldad (que van más allá de una empatía biológica) nos pone de cara a algo que buscamos y no encontramos en nosotros mismos, de cara a algo que deseamos con todas nuestras fuerzas lograr y no podemos lograr por nosotros mismos.

La respuesta de Dios en Cristo es tan contundente, tan absoluta, tan inesperada, que solamente los más obtusos, los que no quieren escuchar, ver y comprender se rebelan. A veces con buenas intenciones, pero la mayoría de las veces de manera infantil.

¿Si Dios permite el mal por qué actúa en ciertos momentos particulares?

El único bien es Dios mismo, así que ni la enfermedad, ni el hambre, ni la cárcel, ni la persecución son contrarios a nuestro bien cuando están direccionados hacia Dios mismo. De la misma manera que el pan, el dinero, el placer, la familia, la saciedad son males cuando no están direccionados hacia Dios.

Es significativo que San Juan —el mayor teólogo bíblico—  hable de los milagros de Jesús no como milagros sino como “signos”. Dios curaba a los enfermos, hacia caminar a los cojos, daba la vista a los ciegos… todos bienes relativos, particulares y finitos pero que anunciaban la llegada de Dios mismo encarnado, restaurando a la humanidad, acogiendo a los alejados, a los marginados…, eran signos de la presencia de Dios en la tierra. El cojo pudo haber perdido la otra pierna cuando celebrando después su recién curación se puso a bailar en el tejado de su casa y resbaló, el ciego pudo haber desarrollado cataratas de viejo, y el enfermo, bueno al final de muchos años de salud murió. Pero la salvación había llegado a sus vidas, de cada uno, todo estaba orientado de nuevo hacia Dios.

Dios hace signos para llevarnos a Él. A veces parecen ser milagrosos, a veces es una persona insignificante para el mundo logrando grandes cosas para Dios y los hombres, a veces es algo particular que solo alguien en particular entiende. Son signos débiles, que nos hablan solo a nosotros. No es algo cuantificable, absoluto e incontestable.

El mal es algo real y se requiere un Dios con agallas para librarnos de ese mal… un Dios que apuesta por llamarnos, invitarnos, sumarnos, transformarnos, para que dejemos de ser el problema, para resolverlo de fondo, desde las profundidades de lo que somos… para que podamos mirar que Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera ser Dios. Dios no quiere darnos bienes finitos, quiere compartirnos su mismísima vida divina.

Quiere que venzamos la muerte, la lejanía y el abismo que abrimos entre Él y nosotros, entre su verdad y la voluntad perdida de un hombre que se elegía a sí mismo como su dios y solo encontró soledad, oscuridad y muerte.

—CJBS


* Dar comida al hambriento, y bebida al sediento, crear incluso un mundo sin dolor es algo relativo, finito y particular si Dios no está presente en esas acciones. No significa que luchar por crear un mundo donde no haya hambre, sed y menos dolor no sea bueno, es algo que como hombres a imagen de Dios debemos buscar, pero con la comprensión de que esos bienes finitos sin Dios no son el verdadero Bien.

** El amor de Dios es “tan” absoluto e infinito que te ama absolutamente y de manera única sin menoscabo del amor hacia “otro” que no seas tú.