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La palabra libertad es quizá una de las más prostituidas y mal entendidas. Existe una diferencia entre libre albedrío y libertad y entenderla es ya el primer paso para ser realmente libres.

El libre albedrío es la capacidad de elección que tenemos los seres humanos y que ningún otro ser tiene. Y el verdadero libre albedrío, el que lleva a la libertad, debe elegir sin importar las circunstancias, las presiones biológicas, psicológicas, sociales, etc.

Imagina que alguien decide “libremente” asesinar… terminará en la cárcel ¿es libre? Imagina que tú tienes que levantarte temprano para tomar un vuelo hacia la copa del mundo, pero un día anterior te desvelaste y por la mañana decides ignorar el despertador y pierdes el vuelo… ¿eres libre? Imagina que estás rodeado de tus amigos en una fiesta y entre todos te presionan y te alientan a correr por la calle con los ojos tapados por donde circulan los carros y tú “decides” escucharlos… ¿eres libre? Imagina que tu novio te presiona y presiona para tener relaciones y finalmente cedes ¿eres libre? ¿realmente esa decisión te hará libre? ¿te permitirá vivir la vida que realmente deseas, la vida que te hará feliz?

Nuestro libre albedrío nos permite decidir, pero la libertad no es hacer lo que queramos porque lo que “queremos” puede depender de nuestro conocimiento, edad, experiencia, situación psicológica, emocional, presión social, entorno, historia, etc. ¿Acaso le rompemos la libertad a un niño que quiere, desea, meter la mano al fuego? No… tenemos que educarlo para que sus decisiones sean mejores.

Al final, nuestro libre albedrío (que confundimos con libertad) debe “hacerse esclavo” de lo que decidimos, debe ser consecuente con lo que decidimos… si decido drogarme me hago esclavo de la decisión y tengo que vivir con ello, si decido jugarme todo mi dinero en el casino, soy esclavo de esa decisión y tengo que vivir con ello, si decido escaparme de mi casa y dejar los estudios y vivir del alcohol, creeré ser libre, pero soy esclavo de las emociones y situaciones que me orillaron a esa decisión.

Todos, absolutamente todos, esclavizamos nuestra voluntad, la entregamos cuando tomamos una decisión… cuando nos determinamos por algo ya no hay libre albedrío sino solo consecuencia, la libertad entra cuando esa consecuencia nos hace libres, nos libera.

Como niño, mi libertad depende en parte de las decisiones de mis padres a quienes me someto… cuando vivo solo, mi libertad dependerá de a qué sistema de vida, de a qué creencias me entrego, puedo creer que todo se vale y entonces me hago esclavo de todo, o puedo determinarme por unos valores que a su vez me liberan como ser humano.

Cuando los Cristianos dicen que se hacen esclavos de Dios, que someten su voluntad a Dios, no pierden su libertad, sino que con su libre albedrío se someten voluntariamente a realizar actos de entrega, amor, sacrificio, misericordia… se someten a la voluntad de Dios y eso es lo que los libera. ¿De qué? De todo aquellos que en el fondo socava nuestra humanidad, nuestra dignidad, de todo aquello que destruye lo que amamos muchas veces en el nombre de una “libertad” que no es más que un libre albedrío que se sometió al deseo, la lujuria, el dinero… 

La gran paradoja es que ser libres es “hacernos esclavos de lo que nos hace libres”. Nadie escapa a esto… la próxima vez que en nombre de la libertad hagas algo, pregúntate a qué emoción, presión social, sistema de valores o a quién decidiste entregar tu voluntad… todos la entregamos en cada acto… por eso Dios te creó con libre albedrío y luego te pide seguirlo, te pide unir tu voluntad con la suya, haciéndote verdaderamente libre.

—CJBS