Este escrito tiene SPOILERS. No lo leas a menos de que hayas visto todos los capítulos de la Temporada 3 de La Casa de Papel.
**SPOILERS**
1. Dinero, placer, paraíso
¿Por qué si tienes “todo” lo que el mundo busca, te arriesgarías a perderlo por un poco de variedad y diversión? Río y Tokio tienen millones de euros y viven un amor salvaje en una isla paradisiaca. Tienen lo que muchos buscan después de años de trabajar y sudar en la vida. Sin embargo Tokio está “aburrida”, quiere salir, quiere hacer algo diferente, sus millones de euros, su “amor” apasionado y su vida paradisíaca no le bastan.
El dinero siempre ha sido un “recurso más” como lo son tu tiempo, tu salud o tus habilidades. Lo que te hace pleno no es el dinero sino para que lo uses. Si usas tus recursos para satisfacerte a ti mismo, para vino, drogas o sexo, o si lo usas para alimentar tu ego, o si lo usas para llenarte de seguridades, o si lo usas para llenar el profundo vacío que vives… No importa si tienes 1 euro o tienes 1 billón.
El amor salvaje que experimentas se acaba extinguiendo como el fuego hace todo cenizas. Porque el amor más fuerte o el verdadero amor, no es simple “gusto” por el otro, ni simple placer en el otro, ni un sentimiento de apego, es el total desprendimiento de uno mismo para buscar con cada acción el bien del otro… Y esto no termina solo en un amor sexual o de pareja, sino que se extiende como un amor hacia los hijos, los amigos, los cercanos, cada persona que vive y respira. Solo ese amor salva, llena y da una profunda felicidad. Es el amor que Dios mismo es.
La isla paradisíaca no importa, es claro que el dinero, la isla y el sexo desenfrenado los iba a aburrir, porque tú no estás hecho para eso, estás hecho para la grandeza, para ayudar, sanar, transformar, crear, servir, darlo todo. Que diferente hubiera sido si se hubieran gastado la vida y sus millones construyendo hospitales, albergues y curando a los enfermos. O creando escuelas, buscando enseñar a los que no saben. O teniendo una familia y entregando su vida algo más grande que ellos mismos. O tantas cosas donde cada “otro” es alguien a quién servir. El más grande enemigo del hombre, el tirano más despiadado y esclavizante es el propio ego, el propio yo que se olvida del otro.
2. Libertad
Bogotá habla con Denver y le dice que iba a odiar a su hijo si solo por él “deja de hacer lo que le gusta” (robar).
Imaginate que tu padre te odiara porque gracias a ti, dejó de drogarse, o dejó de matar, o dejó de violar o dejo de ponerle el cuerno a tu mama. En la vida real, las personas que dejan de hacer el mal gracias a algo que los inspira un —hijo por ejemplo—, no solo encuentran una renovada fortaleza para vivir, sino que su inspiración es lo que más aman.
Libertad, esa palabra prostituida. La libertad no es libre albedrío, la libertad no es algo previo a actuar, es la consecuencia de tus actos. Tienes libre albedrío si no estás determinado a actuar de una sola manera sino que tienes posibilidades, pero eres libre cuando haces cosas que te liberan.
Si a ti te da la gana, si tú tienes de verdad muchas ganas de tener sexo con esa mujer sin importar si ella quiere o no… Tienes el libre albedrío para tomar esa decisión, pero hacerlo no te hará libre, al contrario, te encerrará a ti y a otros, en una cadena de dolor y mal, hundiéndose cada vez más en múltiples esclavitudes.
Si a ti alguien te amenaza con la cárcel si no matás a alguien… Y decides no consentir tal amenaza terminando encerrado de por vida, serás un hombre completamente libre, aunque tu libre albedrío se haya disminuido. Aunque ya no tengas tantas posibilidades al estar encerrado, tu libertad quedará intacta por la decisión tomada.
No se trata de hacer lo que se me dé en gana, es dejar de hacer el mal lo que me va liberando, la libertad no es algo previo a actuar, es la consecuencia de tus actos. Y la libertad es indispensable para la felicidad.
3. Caída
La banda está reunida, algunos no quieren ir a rescatar a Río, otros dudan, pero el discurso del profesor es contundente, no pueden estar sin hacer nada ya que cada uno de ellos depende del otro, y en algún momento todos necesitaron o necesitarán del otro. Si uno cae, todos irán a buscarlo y levantarlo, aún hasta la muerte.
Dios se precipitó desde el “cielo”, pasando por la tierra encarnado, hasta los abismos del mismo Sheol, de la muerte.
Imagina a Dios dialogando en la trinidad, pensando que hacer con la humanidad (Río) que ha caído hasta el fondo en manos de su propio pecado, de sus propias decisiones. La humanidad es culpable y los que ejecutan el castigo lo son también. Dios no necesita al hombre y sin embargo decide necesitarlo como un Padre a sus hijos, por puro amor, y toma la única resolución posible para Aquel que es Amor-de-verdad. Precipitarse al abismo junto con ellos para pelear con el verdadero enemigo del hombre, el que le impide regresar a su casa y vivir con su Dios. Y eso, le costara la vida (lo sabe)… El pecado y el MAL, son verdadero y matan a Dios.
El problema para el pecado y la muerte es que no pueden contener a La Vida, no la pueden encadenar y entonces…
4. Redención
Nairobi ama a su hijo con toda su alma, pero cometió errores. Lo uso para vender droga, uso la inocencia de su hijo, de su bebé. Sus propios juguetes fueron herramientas para hacer el mal a otros, y por eso pierde a su bebé y le es arrebatado lo único que realmente amaba, y el peor castigo es que no sabía dónde estaba o ni siquiera si estaba bien.
Lo sabe y se castiga, sabe que no fue la madre que hubiera podido ser, ahora sabe las consecuencias y entiende su verdadero amor. En un movimiento maestro, la negociadora le dice a Nairobi que tiene a su hijo… Ella no lo cree, así que la negociadora decide tomar al hijo y acercarse a la explanada del Banco de España, lugar que había decidido robar la banda del profesor… Nairobi se asoma por la ventana y no cabe de gozo, lo ve con sus propios ojos, su hijo estaba bien… Mientras un francotirador le revienta una bala en el pecho a Nairobi que cae al suelo.
Mientras pierde sangre y rodeada de su banda —su familia— sonríe y sabe que morirá. Sonríe porque ha visto que su hijo, lo que más amaba estaba bien a pesar de todo, tuvo esa oportunidad por la que hubiera entregado todo el dinero que poseía, por lo que hubiera entregado la vida misma. Quizá hubiera querido otra oportunidad de iniciar de nuevo, de ser una nueva persona, otra oportunidad de ser la madre que sabe su hijo se merecía… Pero ya era tarde… Solo le hacía falta algo más, el perdón. ¿Lo tendría? ¿La perdonaría su hijo? ¿Habrá algo más ahora que moría? ¿Lo volvería a ver? ¿Si existiera Dios la perdonaría?
…
La miseria nos rodea, aún a aquellos que se blindan en sus círculos sociales, en su dinero, en sus seguridades. La soledad, el vacío, la incomprensión; no solo la propia sino ante todo la que afecta a los que amamos… El deterioro que el pecado va generando en las personas, las familias, las ciudades, los países, las sociedades.
La miseria del rico y del pobre, del sabio y del ignorante, del poderoso y del débil. Miseria que desemboca en soledad, enfermedad, dolor, sufrimiento y muerte, y la gran pregunta angustiosa del vacío y el sentido.
Mucha gente me pregunta ¿Por qué eres Católico? ¿Por qué eres Cristiano?
Mientras observaba la miseria personal que se vivía en los personajes de La Casa de Papel, miraba también una pintura de Cristo apresurándose a uno de los enfermos de la piscina de Betesda. Es un cuadro que amo ya que muestra la pasión y solicitud de un Dios encarnado, en buscar y sanar a quién está perdido, sin importarle mancharse y sumergirse en la miseria humana, en la muerte misma. Yo solo puedo adorar un Dios así.

Un Dios que en Cristo nos da lo que más necesitamos, un nuevo comienzo, que no es olvidar lo vivido, sino el perdón necesario para iniciar como una persona nueva. Por que todos, no importa que tan perfectos nos creamos, todos hemos causado y causaremos dolor y sufrimiento.
Y no solo nos abre la posibilidad del perdón, sino la fortaleza y el camino a caminar, el que él caminó como Jesucristo. No porque él NECESITE que caminemos ese camino, sino porque NOSOTROS lo necesitamos. “He venido a que tengan vida, y la tengan en abundancia”.
Teológicamente y por lo tanto, con una visión profunda de la realidad, la cruz muestra el sentido del dolor y el sufrimiento, sus consecuencias. Pero ante todo nos da esperanza, la esperanza que Cristo ha abierto a cada uno de nosotros el camino para regresar a la casa del Padre, a la cercanía de Dios. Cercanía que no inicia después de la muerte sino ya aquí y ahora.
La esperanza de que Dios no viene a consumirnos ni a arrebatarnos ninguna libertad, sino a curar, sanar y levantar nuestra miseria. El infierno ya se muestra en este mundo con o sin la presencia de Dios… Y es consecuencia de nosotros mismos.
Dios no ha venido aún a juzgar sino a salvar y encontrar lo que está perdido.
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