LA VIDA ES LA AVENTURA MÁS GRANDE, NOS PONE EN UNA GUERRA DONDE HAY CIENTOS DE ENEMIGOS, PERO EL MÁS GRANDE, SOMOS NOSOTROS MISMOS, QUERIENDO OCUPAR EL CENTRO DE NUESTRA VIDA.
¿Que es la Santidad? La Santidad es la divinización del hombre, que retoma parte de su comunión con el único y absoluto Señor, Señor terrible y poderoso:
¡Ah si rompieses los cielos y descendieses – ante tu faz los montes se derretirían, como prende el fuego en la hojarasca, como el fuego hace hervir al agua – para dar a conocer tu nombre a tus adversarios, y hacer temblar a las naciones ante ti, haciendo tú cosas terribles, inesperadas. (Tú descendiste: ante tu faz, los montes se derretían.) Nunca se oyó. No se oyó decir, ni se escuchó, ni ojo vio a un Dios, sino a ti, que tal hiciese para el que espera en él. (Is 64)
que lucha con nosotros…
No por su espada conquistaron la tierra, ni su brazo les dio la victoria, sino que fueron tu diestra y tu brazo, y la luz de tu rostro, porque los amabas (Sal 44)
y contra nosotros cuando queremos ser el centro…
Y Jacob se quedó solo. Entonces alguien luchó con él hasta el amanecer (Gn 32,25)
La vida… la verdadera vida, la más grande aventura y el más increíble de los retos es entrar en conversación con Dios, Creador de todo lo que existe, Padre de nosotros, Salvador de lo que estaba perdido, Señor y Soberano de todos los poderes y de todas las grandezas, grandezas inigualables como la guerra que le declara a la muerte… entrando detrás de lineas enemigas en una noche estrellada en Belén, asomando su brazo poderoso desde el pesebre. Muerte que destruye dejando que toda la obscuridad sea aplastada en la cruz, para dominarla por completo en la resurrección, no para Él que es eterno sino para los que ama, los que lo aman y se perdieron.
La Santidad es dejar a Dios el centro de nuestra vida, orientar todas nuestras potencias hacia Él, todo lo que somos, nuestra inteligencia, nuestra voluntad, nuestras alegrías, nuestra confianza, nuestros miedos, nuestros problemas, nuestra fe, nuestra esperanza, nuestra fuerza, nuestra debilidad…
La Santidad es dejar de tener miedo porque donde antes había miedo ahora está Dios, no porque Dios destruya el peligro y no haya nada que temer, sino porque Dios es mi centro y Dios es mi fortaleza.
La Santidad es dejar de pensar en lo que quiero, lo que anhelo, porque donde antes había deseo ahora esta Dios, no porque lo que quiera sea bueno o malo, sino porque Dios es mi centro y mi sed se sacia solo con Dios.
La Santidad es dejar de usar el cuerpo para mi, para lo que deseo, porque donde antes solo estaba yo, ahora esta Dios, no porque mi cuerpo sea malo, sino porque Dios es mi centro y mi cuerpo se orienta a su plan.
La Santidad es dejar de pensar como el mundo, porque donde antes quería al mundo, ahora amo solo a Dios, no porque odie al mundo, sino porque Dios es mi centro y mis pensamientos solo anhelan su voluntad.
La guerra, la verdadera guerra es la de Dios contra el mundo creado por nosotros mismos, contra nuestro alejamiento que solo nos lleva al abismo y la muerte, es una lucha por nuestra alma y nuestro corazón… no porque quiera dominarnos, Él no nos necesita, sino porque quiere darnos su vida divina, porque nos ama, quiere compartir su vida eterna, su bienaventuranza, la vida para la que fuimos creados, ya ahorita, hoy mismo quiere que vivamos en su divinidad, quiere ser más intimo en nosotros que nosotros mismos, quiere que la dinámica de la trinidad se imbuya en nosotros y nuestro ser crezca en la medida en que lo entregamos… divina física divina que nos da todo cuando nos despojamos de todo… que nos entrega divinidad cuando entregamos toda nuestra humanidad, que terrible batalla, que asombrosa aventura, la de la incansable búsqueda de Dios por nosotros y nuestros absolutos: ¡NO!… hasta que caigamos rendidos y agotados de la pujante presión divina, deslumbrados de tal amor y tal perseverancia, de tal grandeza y tal divinidad, hasta que entregemos todo lo que somos para que Dios nos abrace… y nos recupere de nuevo…
—CJBS
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