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header-comunidad-san-matiasEstaba leyendo un estudio reciente de PewResearch donde habla de las razones por las cuales la gente deja de “creer” o se identifica como ateo, agnóstico o “no religioso”.

Quedé sorprendido. Hubiera esperado razones más profundas e interesantes que las descubiertas. Y es que estas razones se muestran superficiales, en vez de pensadas. No culpo enteramente a los que contestaron la encuesta, su culpa quizá sea la indiferencia con el que tratan el tema más importante que cualquier hombre y mujer puede plantearse. Pero es también la culpa de los que, conociendo a profundidad las razones de la fe, no saben expresarlas, ni llevarlas a discusión en los campos donde se mueven.

RAZÓN 1
No creo porque aprendí acerca de la evolución cuando fui a la universidad

Esta es quizá la razón más superficial de todas las mostradas y muestran una falta de conocimiento del tema religión y ciencia.

A través de la historia muchos de los más grandes hombres de ciencia tuvieron fuertes convicciones religiosas y muchos eran hombres de fe.

Darwin por ejemplo, el “padre” de la evolución y selección natural no rechazaba completamente la idea de un creador, nunca terminó de convencerse por una u otra posición y sus conclusiones no lo llevaron al ateísmo puro sino al contrario a encontrar huellas de un creador inteligente. Darwin dice: “yo veo, en general, un diseño inteligente en la naturaleza, un crecimiento de complejidad de la vida y de la historia que no es casual, pero en el detalle se me escapa”. La razón, observa el científico, “no logra resolver este problema”.

Específicamente la evolución no es un tema religioso. La religión pone de cara al hombre con el sentido, los deseos de su existencia, con el porqué a lo creado y en última instancia con la revelación de Dios. El camino de la nada al hombre no entra como polémica ni punto de quiebre para la religión, sino solo como especulación y búsqueda. La manera en cómo el mundo se creó, al nivel como el hombre podrá entenderlo, cae enteramente en la descripción de fenómenos que terminan invariablemente en este hombre que soy hoy y es este hombre que soy el que se pregunta por lo que está más allá de los fenómenos, ahí es donde entra el lenguaje filosófico, religioso, etc.

La debilidad de la ciencia

Existe también otro punto importante y es la debilidad de la “ciencia”. La gente ha querido encumbrar este concepto como el único verdadero e infalible. La realidad es que las teorías científicas que durante siglos se han considerado verdaderas, han sido suplantadas después por otras, y siglos después se han abolido estas últimas por otras más. Lo que una generación entera creyó como cierto, resultó ser contrario a lo que hoy se descubre y es casi un hecho que lo que hoy se descubrió será suplantado en los siglos venideros por otra teoría.

Esto no invalida la ciencia y su método, sus teorías, su búsqueda… no la invalida como una herramienta humana para adquirir conocimiento del mundo físico que le rodea, pero pone de manifiesto sus límites y en esos límites recordamos que existe en el ser humano una riqueza enorme de otros recursos de los cuales dispone, de otras ciencias, de otros lenguajes, de otras formas de conocer y ser conocido, de comprender y pensar.

Quizá la mayor desilusión es que el ateo y el agnóstico se está perdiendo de la grandeza que aún está ahí afuera esperando ser descubierta por otros métodos, otros recursos, otros lenguajes.

El bigbang

Georges Lemaître fue un Sacerdote belga, astrónomo y profesor de física, él fue el primer académico conocido en proponer la teoría de la expansión del universo. También fue el primero en derivar lo que se conoce como la ley de Hubble e hizo la primera estimación de lo que ahora se llama la constante de Hubble, la cual publicó en 1927. Lemaître también propuso lo que se conocería como la teoría del Big Bang del origen del universo, a la cual llamó «hipótesis del átomo primigenio».

Durante su vida tuvo varios encuentros con Einstein el cual afirmo que Lemaître era la persona que mejor había comprendido sus teorías.

Citando al Sacerdote y Científico podemos encontrar una luz sobre el tema de fe y ciencia: “Yo me interesaba por la verdad desde el punto de vista de la salvación y desde el punto de vista de la certeza científica. Me parecía que los dos caminos conducen a la verdad, y decidí seguir ambos. Nada en mi vida profesional, ni en lo que he encontrado en la ciencia y en la religión, me ha inducido jamás a cambiar de opinión”.

Ciencia y Fe

Es un mito, de esos que tanto odian los ateos… que la ciencia y la fe sean incompatibles, la realidad es que están en dos dimensiones distintas, son dos lenguajes y maneras de acercarse a la realidad. Como Lemaître lo dijo, convergen al final en algunos puntos… pero la fe excede siempre el alcance de la ciencia que solo se limita a describir fenómenos.

El temor de que la fe, la filosofía y la religión se conviertan en un placebo, impide a al hombre ser realmente hombre, impide que pueda pensar con mayor libertad y mayor apertura, le quita herramientas, caminos, lenguajes, conceptos, termina al final en un temor infantil. Por que es un hecho que miles de hombres de ciencia, de filosofía, que han hecho los mayores avances en el conocimiento han sido también hombres de fe, hombres religiosos, hombres de espíritu libre, y esto no es una casualidad sino quizá una consecuencia… la consecuencia de que la apertura hacia todo lo que el hombre puede pensar y conocer, la apertura hacia esa fe y esa filosofía, ensancha lo que podemos descubrir, sin importar los métodos que usemos para lograr ese conocimiento. No solo eso, sino que muestra una pasión verdadera por las preguntas importantes que todos, alguna vez y siempre debemos hacernos.

Le Rebeldía y Revolución del Génesis

Es cierto que algunas corrientes Cristianas han querido interpretar el Génesis de manera literal, pero esta interpretación no es correcta, ni precisa. La intención del autor del Génesis no es hablar de la creación como fenómeno sino como cosmología.

Si no dejamos que nos distraiga el ruido alrededor de esas interpretaciones, veremos un relato subversivo y revolucionario. El autor del Génesis nos muestra una creación dominada por un Creador único, una creación donde las criaturas y los fenómenos, —convertidos en dioses por otras culturas— no son realmente dioses sino que son creadas por un principio único. La luna, el sol y los astros, divinizados por todos los pueblos vecinos, aquí son simples focos que alumbran la tierra y fijan el calendario.

Esto es una revolución, decir que se cree en un solo Dios creador, en el contexto histórico donde se redactó el Génesis, es algo digno de leerse hasta nuestros tiempos.

Los dioses no existen, existe un solo Dios, los astros, los animales, las plantas, los fenómenos no son divinos, son creaciones que están puestos con orden y medida, y el hombre es el culmen de dicha creación visible. Al final, la rebeldía más grande del Génesis, que juega con las imágenes de otros relatos antiguos como los de babilonia, es que, de ese caos primigenio, Dios crea y ve que todo es bueno, la creación no es un capricho de los dioses, es algo con sentido, dirección y es “amable”, bueno, muy bueno. El hombre la puede además entender, la creación puede ser entendida por la inteligencia. El Génesis es el himno revolucionario que hace miles de años granjeo el odio de los pueblos politeístas, que comprendieron perfectamente las consecuencias de dicho poema de la creación.

La objeción

Al final estudiar la “evolución” o cualquier otra ciencia no es una razón para limitarse y no poder escuchar las razones religiosas dentro del hombre, sino que más bien, ser profundamente religioso y estar abierto a la escucha de la fe, potencia, engrandece y ensancha los horizontes científicos.