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Cuando hablamos los temas éticos más controversiales, perdemos el punto si queremos acercarnos de manera puramente racional o deductiva.

Para saber como comportarnos como Cristianos debemos saber, primero, quiénes somos como Cristianos. Entender como actuar se podría decir que está en función de “entender en que obra estamos actuando”. El gran escolar bíblico, N.T. Wright ha dicho que la mayoría de nosotros somos como actores que están vestidos para Hamlet, hemos memorizado correctamente todas las lineas de Hamlet, y que entendemos de fondo las temáticas de Hamlet. El único problema es que estamos en Romeo y Julieta… Por eso quiero compartir un poco de antropología Cristiana, una forma elegante de decir que hablaremos acerca de la obra en la que estamos y el rol tenemos.

Como las grandes obras de Shakespeare, el drama de la historia de salvación consiste en 5 actos: Creación, Caída, Formación de Israel, La Venida del Mesías, y la Iglesia. Comprender la dinámica de todos los 5 actos es indispensable para conocer como comportarnos. Así que veamos esto un paso a la vez.

ACTO 1

Según el impresionante relato poético del primer capítulo del Genesis, todas las cosas creadas salen de manera ordenada y armoniosa de las manos del creador. El sol, la luna, los planetas, las estrellas, la tierra misma, animales y aún todo lo que se arrastra en la tierra, vienen a existir en una especie de procesión litúrgica. Lo que el autor está mostrándonos, es que ninguna de estas creaciones —que en algún momento u otro fueron adoradas— son divinas. Lo que está demostrándonos, es que todo ello encuentra su propósito en dar alabanza a su Creador. Es de crucial importancia que el último elemento en esta procesión, la última figura de esta procesión litúrgica, sea el ser humano. Estamos destinados a ver nuestra identidad y nuestra tarea: alabar a Dios en nombre de toda la creación. Antes de la caída Adan fue el primer sacerdote.

ACTO 2

¿Qué es la caída? Lo que sucede en el acto dos es la pérdida de esa identidad sacerdotal. Intentando hacernos del “árbol del conocimiento del bien y el mal” terminamos adorando nuestros propios egos en vez de a Dios, y de esta adoración desviada se sigue el caos. Las cosas se desploman, interna y externamente, en nuestro corazón y en el orden natural, el Jardín se convierte en desierto. A través de toda la Biblia el problema básico, presentado de manera política, cultural, psicológica, etc… es una adoración desviada.

ACTO 3

Pero Dios no abandona a la humanidad, al contrario, envía una operación de rescate. Comenzando con Abraham y la alianza, Dios va formando a un pueblo según su mente y corazón, Él enseña a una tribu en particular cómo debe adorarle y a ser su pueblo sacerdotal. Su intención final es usar a Israel para la instrucción de todas las naciones del mundo. Zion, el Templo, el verdadero lugar de adoración, está destinado a atraer a toda la humanidad. “ …a donde suben las tribus, las tribus de Yahveh” (Sal 122,4). Todo el drama de Israel esta en el acto tres.

ACTO 4

Pero leemos una y otra vez que Israel no vive a la altura de su llamado, se queda siempre corto de su vocación de adorar solamente a Dios. Así que los mejores y más brillantes dentro de Israel comienzan a soñar con un Mesías, una figura que representará la realización completa de la misión e identidad de Israel. La venida de este ungido es el drama central del cuarto acto. La sobrecogedora afirmación de los primeros Cristianos es que Jesús, el carpintero de Nazaret, es el largamente esperado Mesías, en quien la fidelidad de Dios se encuentra al fin con la fidelidad de Israel. Vemos como Jesús se presenta consistentemente como una figura sacerdotal. Juan el Bautista habla de Él como “El cordero de Dios”; en el climax de su vida, Jesús entra en la ciudad sagrada de Jerusalén y limpia el templo declarando, “Lo destruiré y reconstruiré en tres días”, refiriéndose al Templo de su cuerpo; y en la cruz, cargando con los pecados del mundo ofrece finalmente su sacrificio, ofreciendo verdadera adoración y alabanza a su Padre y trayendo una humanidad sumida en pecado de vuelta al camino de Dios. Es precisamente por esto que a la luz de la Resurrección, San Pablo se refiere a Jesús como “el nuevo Adan”, que es lo mismo que decir que es aquél que restaura la humanidad a la verdadera adoración.

ACTO 5

Estamos ya listos para el quinto acto y en el cuál podemos hablar propiamente de la moralidad. El quinto acto es la vida y el trabajo de la Iglesia. Injertados en el cuerpo místico de Cristo, todos los bautizados estamos destinados a realizar lo que Jesús hizo, y ser quién Jesús fue. Estamos destinados, como San Pablo nos dice, a “Ofrecer nuestros cuerpos como sacrificio vivo al Señor”. Esto implica que debemos de convertir cada aspecto de nosotros, nuestras mentes, nuestras voluntades, nuestros asuntos personales, nuestros trabajos, nuestro entretenimiento y sí, nuestra sexualidad… en actos de adoración y entrega.

Para hacerlo mas preciso, nuestros cuerpos y sus deseos no nos pertenecen, no existen para servir nuestros intereses egoístas. Están destinados, diseñados para usarlos en los propósitos de Dios, lo que implica que deben de ser puestos al servicio del amor. Ahora podemos entender porque la Iglesia es tan demandante con respecto a la sexualidad, el porque se planta con fuerza en contra del divorcio, la contracepción, el matrimonio del mismo sexo, masturbación, etc. No es porque la Iglesia este en contra del sexo o el placer o en contra de la autodeterminación. Es porque la Iglesia existe para convertir toda la vida en un acto de amor radical. Y es su esperanza que esa calidad de alabanza, de vida, atraiga al mundo entero a Cristo. Entiendo que esto pueda sonar raro, pero la vida moral de los bautizados no están destinadas al final para ellos; están destinadas a ser la luz y la sal para el resto de la humanidad.

Tu no sabes como comportarte hasta que sepas quién eres.

—Bishop Robert Barron.

Artículo traducido y adaptado por Carlos JB Santos. Apareció originalmente en www.wordonfire.org en [LINK]