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Es cierto que muchos jóvenes hoy se alejan del cristianismo. Sin embargo, ese alejamiento no hay que interpretarlo como si fuera igual al que tenía un típico ateo de finales de los años sesenta. Si un joven hoy se siente ajeno a la fe principalmente se debe a que nadie se la anuncia de una manera creíble. No es que en la estructura del corazón humano se haya dado una radical mutación antropológica.

El corazón humano posee una tensión constitutiva, un anhelo de plenitud que no se puede saciar con ideas, con conceptos y ni siquiera con valores —por sanos que estos sean—. Lo único que responde a la condición profunda de un joven es el encuentro con un gran amor, con un gran afecto que defina radicalmente la vida y que la reconduzca hacia un horizonte de libertad y no hacia una prisión.

Esto no lo puede hacer una abstracción. Esto no lo puede realizar una proyección de nuestra subjetividad alterada. Sólo lo puede hacer una Persona, un acontecimiento, un rostro concreto que me interpele y que me acoja de manera irrestricta, incondicional, absoluta.

—Rodrigo Guerra López