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El hombre teme y duda, pareciera ser su naturaleza. La escritura nos muestra como los más cercanos a Jesús no tienen fe y por eso no pueden curar a los enfermos (Mt 17) Nos muestran como incluso los profetas, se deprimen, desesperan y quisieran ya poner fin a su vida (1R 19) Nos muestran a nosotros mismos, cómo gritamos y tememos ante cualquier cosa que escape nuestra comprensión, nos recuerdan nuestra pequeñez.

Y ¿qué hace Dios? Se revela a nosotros como Dios. Se revela no porque se lo pidamos, es una iniciativa de Él hacia nosotros, se muestra porque quiere que su criatura recuerde que Él es: “Tened confianza, Soy Yo, No temáis”. Es la triple afirmación que nos dirige Dios en las teofanías o manifestaciones de su Gloria… que confiemos en Él, que Él es Dios, el dueño de todo, el creador de todo, el amante de nosotros, el Dios de la promesa, nuestro Padre… que no tengamos miedo, no desesperemos, no olvidemos quién es Él.

Venimos leyendo en los profetas, en Nahum y en Habacuc, como es Dios el dueño de la historia, como cuándo el mal y la injusticia son rampantes, Él sigue siendo el dueño de la historia; como cuándo parece que no le importa que perezca el pobre y el débil, que el malvado prospere y aumente su maldad, Él sigue siendo el dueño de la historia.

¿No eres tú, Señor, desde siempre, mi santo Dios, que no muere? (Hab 1,12)

Nos recuerda que no hay obra que se quede sin su juicio y hombre que no le llegue la hora de comparecer ante Él.

El malvado sucumbirá sin remedio; el justo, en cambio, vivirá por su fe. (Hab 2,4)

Nos recuerda que Él es Dios, dueño y Señor de todo y de todos.

“Reina el Señor, alégrese la tierra;
cante de regocijo el mundo entero.
Tinieblas y nubes rodean el trono del Señor
que se asienta en la justicia y el derecho.” (Sal 96)

El Señor toma la iniciativa de mostrar su Gloria en la transfiguración a sus discípulos, así como también cuando viene caminando por las espaldas del mar (Jb 9,8), mar que representa el caos y el mal, solo la Santidad de Dios puede caminar sobre ellos.

Pedro, que nos representa a cada uno de nosotros creyentes y discípulos, a la Iglesia, pide ir hacia Cristo, hacia Dios que se nos manifiesta, y casi lo logramos, pero cuándo recién nos damos cuenta de que estamos saliendo de las limitaciones de nuestra naturaleza, de nuestro egoísmo, temor, falta de fe… es cuando es demasiado y dudamos y entonces… ¿todo está perdido? No, gritamos al Señor: ¡Sálvame! y aunque Dios nos reproche nuestra falta de fe, nos tiende la mano y nos salva. Pedro nos representa completamente, no solo en su arriesgada petición de ir, sino también en nuestros temores y dudas, y debemos aprender que el discípulo no es el que no duda, sino el que siempre y en cada circunstancia grita y llama y habla a su Señor, porque reconoce que Él es el dueño y Señor de todo y de todos y solo Él puede salvarnos. No nuestra fuerza, no nuestra fe en nosotros mismos, no nuestro conocimiento, no de todo eso que nos hemos llenado… sino la confianza en ÉL, QUE ES DIOS.

San Pablo nos lo recuerda hoy, como Cristo que viene en la carne, que está por encima de todo es Dios bendito. (Rm 9)

Cuando Dios se manifiesta libremente a Moisés en la Zarza, se presenta como “Yo soy”. Walter K nos dice: Según el texto hebreo, Dios se revela a Moisés diciendo “Yo soy el que soy”. La palabra hebrea utilizada, haya, que suele traducirse por “ser”, significa propiamente “ser activo”. No expresa pues, la mera existencia ni designa a Dios como el ser absoluto. Se trata mas bien de una promesa de Dios, la promesa de estar presente activamente junto a su pueblo. La segunda parte de esta frase añade que Dios esta presente de un modo imprevisible y no verificable. La presencia protectora y salvadora de Dios es un misterio de su libertad. Su “estar” es absolutamente cierto, pero es imprevisible; Dios es incondicionalmente fiel a su promesa, pero en forma siempre nueva.

Cuando el mundo parece que avanza sin que Dios sea necesario, cuándo la historia es una fuerza más de todas las que aplastan al hombre, cuándo la naturaleza, la enfermedad, la realidad del pecado, la injusticia y el mal parecen ser imbatibles, cuando el sinsentido es lo único que se muestra con patente realismo, se me dirige una Palabra, una revelación que jamás hubiera podido imaginar, que quizá pedía aunque no supiera como… se me presenta un acto libre y soberano de Dios que me dice: “Tened confianza, Soy Yo, no temas”… nos recuerda que nuestro Dios es un Dios que salva, soberano y Señor mío, tuyo y de la historia.