Tiempo de lectura: 2 min. ⏳

Jesús nos invita a ir (salir) y proclamar que ha llegado el Reino de los cielos, esta aquí, comienza aquí, en este momento, en el presente, no es una realidad lejana e inalcanzable, se hace presente cuando sabemos ver a Cristo en nuestra realidad.

Esa realidad del Reino de justicia y paz, tan ansiada por el pueblo de Israel ya está aquí, pero hemos de salir de nuestros círculos concéntricos que siempre nos devuelven a nuestro propio ego, e ir a comunicarlo y transmitirlo a nuestros hermanos y hermanas. Como buen Maestro, Jesús detalla cómo ha de “ejecutarse” esta proclamación. Y para eso nada mejor que realizar gestos de alivio y sanación, gestos que devuelvan la salud y la vida a tanta gente que vive la vulnerabilidad existencial: “Curad enfermos, resucitad muertos, arrojad demonios.”

Para llevar a cabo esta tarea necesitamos equipar nuestra mochila con dos actitudes: una mirada compasiva y un corazón confiado. Para salir a los caminos de nuestro mundo, que vive una realidad tan imprevisible y tan desconcertante, hemos de “activar” nuestra mirada y ponerla en modo “compasiva”, a fin de que nuestras entrañas puedan estremecerse ante el dolor y la fragilidad de nuestros hermanos y hermanas. Pero también necesitamos un corazón confiado en el Señor que nos envía. No necesitamos ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón. Él sabe bien lo que necesitamos para esa misión, qué energías hemos de poner en juego, que dinámicas hemos de desarrollar. En este tiempo en que el ser humano ha vivido y vive la vulnerabilidad y en ocasiones hasta la precariedad, como seguidores de Jesús no podemos quedarnos de brazos cruzados siendo meros espectadores. El Señor nos pide que nos impliquemos, y si es necesario, que nos compliquemos. Basta reconocer con gratitud que “lo que hemos recibido gratis, hemos de darlo gratis”.

¿Qué gestos de alivio y sanación ante esta vulnerabilidad estoy realizando para proclamar que el Reino ya está aquí? ¿Llevo en mi equipaje existencial una mirada compasiva y un corazón confiado?

Hermano te invito a que hagamos realidad este Reino, en lo ordinario de nuestra vida, en la cotidianidad de nuestra existencia, con tu hijo, hija, hermano, hermana, padre y madre, es decir en nuestra propia familia.