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Mucha gente cree que la Fe se da en automático en las personas que escribimos mucho acerca de religión, Dios, filosofía. Hay días en que me levanto y me acuesto y la fe es una lucha y una conquista. Hay días que vivo como si no creyera.

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Los ateos y los escépticos me escriben argumentos contra Dios como si necesitara uno más de los mil que tengo, creo que les podría yo ofrecer aún más agudas observaciones en contra, que las que ellos me dan.

Hay días que me pregunto ¿Dios por qué me abandonas, por qué me odias? Mis oraciones no son siempre de gozo, exultantes y pías, también son gritos de enojo ante el silencio, ante la maldad.

Creer no es más fácil que no creer. Los Cristianos decimos que no hay nada peor que no creer en la trascendencia, que no hay nada peor que estar agradecido por la vida y no tener a nadie a quién agradecer, que no hay nada más vacío que la muerte sin eternidad ni justicia. Pero yo digo ante eso que no hay nada peor que te den esperanza para luego arrebatarla, que te amen y que ese amor se esconda sin aviso, que no hay nada más vacío que el lugar donde antes había Dios y ya no está.

El camino de la Fe está a un paso del ateísmo de la misma manera que el amor es un camino que está a un paso del odio, ya que tanto la Fe como el amor nos afectan profundamente, no pueden dejarnos indiferentes, dejan heridas donde antes hubo alegrías, sanan donde antes hubo dolor.

¿Y por qué no dar el salto ya a la nada, al escepticismo, al ateísmo? Porque ¿quién probando la miel quiere hiel, quién viendo el amanecer quiere la ceguera, quién que haya conocido la gracia quiere el abandono, quién que haya sido amado por Él se conformará con otro amor?

Cuando ya no puedo más y Dios me pregunta: ¿Tú también quieres dejarme? hago eco como hace dos mil años, con la misma respuesta, la respuesta que me rescata del abismo de dar la espalda al Dios con nosotros… ¿A donde iré Señor?, solo tu tienes palabras de vida eterna.

—CJBS