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Cuando rezamos por un enfermo, queremos decir que confiamos en el sentido y supremacia de Dios sobre la vida. Esperamos que se recupere, pero ante todo es poner a Dios en primer lugar. Es reconocer que somos mortales y nuestra mortalidad tarde o temprano nos alcanza. Es creer lo que Dios nos ha revelado acerca de Él y nosotros.

Cuando damos gracias a Dios por la comida o el trabajo, no estamos diciendo que Él literalmente horneo el pan o hizo la entrevista. Pero sí hizo posible esa comida creando las leyes y el orden que forman los átomos de ese pan, Él nos dio la capacidad de manipular dichos átomos para nuestro beneficio, y sobre todo, nos dio la libertad de reunirnos alrededor de esa comida en comunión y amistad con los demás.

Rezar es conversar. Rezar es descargar la pena y la alegria en quién nos creó. Rezar es esperar ayuda y también esperar silencios. No es una moneda de intercambio, no es una fórmula, no es algo efectivo, es algo humano y divino.