Tiempo de lectura: 2 min. ⏳

Somos Cristianos no porque hayamos hecho algo para merecerlo. Somos Cristianos no porque seamos mejor que los demás. Somos Cristianos no porque nuestra vida sea más ejemplar que la otra. Somos Cristianos porque hemos sido perdonados, redimidos y enviados.

Hemos sido perdonados a pesar de todos nuestros pecados, necedades y soberbias, porque Dios es fiel a su amor hacia nosotros, un nosotros que incluye a todos aquellos que hoy queremos dejar fuera de la salvación porque parece que olvidamos que Dios nos amó primero siendo sus enemigos. Porque… ¿Si ya éramos buenos de que requeríamos perdón? ¿Y si no éramos buenos entonces por qué hoy rechazo soberbiamente al que quiero considerar que está “fuera” del amor de Dios?

Al que roba y mata y viola y aborta y peca… al que destruye. Todo esos fui yo y fuiste tú.

Perdonados, y redimidos. Redimidos no porque hayamos hecho algo, sino porque Dios hizo algo. Redimidos no porque hoy este lleno de obras, sino porque Cristo en su sacrificio me ofreció una nueva oportunidad. Toda obra buena que haga solo sirve porque Dios hizo el 99.99%… cerro el abismo entre nuestras miserias y su Santidad. Cada acto “bueno” que hacemos solo pude tener mérito porque Dios mismo lo garantiza, es su guiño de amor hacia nosotros, hacernos creer que “estamos haciendo algo nosotros” para que nos sintamos un poco más útiles, pero el fundamento de la eficacia de nuestras acciones es Él mismo… “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,1–8)

Así, cada vez que condenas a aquel que actúa mal, aquel al que corriges y corriges y no te hace caso… te olvidas que tú también eres de cabeza dura, que tú también eres incircunciso de corazón, que solo el tiempo fue abriendo tu mente y corazón a escuchar. Un pecador persistente requiere de oración persistente. Si no quieres ayudar a Dios, entonces no le estorbes con tus ridículos razonamientos de superioridad moral. Dios es dueño del tiempo no tú, Dios es dueño de la venganza, no tú. Ser misericordioso no demerita la justicia, el problema es que nosotros queremos ser dueños de la justicia cuando Dios ha declarado “Mia sola es la venganza y la retribución” (Dt 32,35).

Así que a nosotros no nos corresponde ser verdugos, sino mendigos diciendo a otros mendigos que hemos encontrado el pan que da vida, que hemos sido encontrados por el Padre que nos llama, y hemos sido perdonados por el amor de Cristo que nos ama hasta la muerte. A eso nos llama Cristo Jesús, a anunciar… anunciar… anunciar… con nuestra vida, con nuestras palabras y con nuestra oración.

Así que ser Cristiano es saberse perdonado, redimido y enviado. Todo lo demás son pretextos para olvidar que si fuimos perdonados es porque éramos enemigos de Dios, si fuimos redimidos es porque requeríamos ser encontrados por Dios, y si fuimos enviados es porque Dios quiere compartir su misión de rescatar, curar, llamar, convocar y amar. El juicio y la venganza vendrán cuando Él lo decida, hoy es el tiempo de la misericordia, que no significa que no habrá justicia, sino que Dios nos ama y llama a todos, cada uno en sus tiempos, cada uno en sus situaciones, cada uno requiere una paciencia diferente.

Así que podemos estorbar o cooperar con Dios, ser diábolos qué separan y desparraman o ser hijos que convocan, anuncian y aman y dejan el resto el Padre, Creador Todopoderoso; al Hijo, Logos y Palabra; y al Espíritu Santo, Fuego y Santidad. Ser Cristiano es estar tan enamorado de aquel que gratuitamente se nos presentó en la vida, que no podemos dejar de hablar de ello, a todos, pecadores, santos, pérfidos, ignorantes, sabios, ateos, agnósticos, tercos y cerrados. A todos.