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La tragedia de Monterrey es algo de profundo dolor, no por la muerte que si bien es siempre dolorosa no tiene la última palabra… ¡No!, el dolor es más profundo, viene de constatar que este acto es la punta de un iceberg que se ha descubierto. La punta que ha aflorado del inmenso mar de maldad que se ha gestado en el corazón mismo de México y del mundo.

La gente está preocupada por Trump y la Gasolina, problemas a discutirse pero al final mundanos. Se está gestando una batalla más grande, una batalla en los corazones de los hombres, mujeres, niños, una batalla contra el mal que está creciendo debajo de nuestras propias narices. Un mal que quiere destruir la familia, el amor, la sexualidad, la alegría… un mal más allá de lo irracional, más allá de la ignorancia.

Dicen los padres del niño que cometió los asesinatos que era un niño normal con una familia normal… quizá ese es el problema, no necesitamos familias “normales” donde cada quién está con sus asuntos mundanos, necesitamos padres que les digan a sus hijos que pueden y tienen el deber de ser realmente buenos, enseñarles con pasión y vehemencia a amar la belleza, la verdad, la justicia. A ver en el “otro” una persona con una dignidad inviolable, a ver el sexo como una responsabilidad de amor, a repudiar la violencia en todas sus formas, a repudiar los “heroes” que matan, violan y son puestos en TV. A vomitar cada vez que escuchan música denigrante y ridícula. Necesitamos personas que dejen sus celulares, sus novelas y sus “placeres culposos” y se pongan en guerra contra la miseria que azota el corazón de cada hombre que se ha vaciado de Dios para llenarse de basura. Los jovenes no matan porque están deprimidos, se deprimen porque solo conocen la muerte, la violencia, la pornografía.

No es solo ser “normal” hay que enseñar de manera positiva a AMAR la justicia, la belleza, la dignidad…

Dejen de ser idiotas todos, el mal se alimenta de cada pequeño acto que vamos dejando en la relatividad de una mente ya embrutecida, cada mentira, cada adulterio, cada playlist obsceno, cada mirada lasciva, cada odio, cada omisión, crecen el poder de un mal que ya comienza a aflorar desde las entrañas no ya de los corazones de los hombres…, sino de las entrañas mismas de los corazones de los niños…

—CJBS

No hay jóvenes malos, hay jóvenes que no saben que pueden ser buenos y alguien tiene que decírselos. – San Juan  Bosco