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Muchas veces he oído decir que Israel fue un pueblo más en el medio oriente antiguo, incluso en círculos ateos-despectivos he visto en más de una ocasión que se tacha al pueblo hebreo de ignorantes e imitadores de los cultos que le rodeaban [Egipto, Babilonia, Canaán], sin nada original que ofrecer.

Nada puede ser menos cierto. Si existe una cultura con ideas antropológicas y teológicas netamente originales, es la cultura del pueblo de la biblia.

EL ORIGEN DEL HOMBRE

Comencemos por ejemplo con el origen del hombre. Según los pueblos vecinos, los hombres habían nacido de manos de los dioses para servirles en sus necesidades ‘materiales’. Así, los hombres se convierten meramente en esclavos de los dioses a quienes deben obediencia, temidos también por su multitud de deseos incongruentes y contradictorios.

Los sumerios por ejemplo creían que el hombre había ‘germinado’ de la tierra: “En aquel día, cuando el destino fue decidido,/ cuando, en un año de abundancia causada por An, / la gente, como la vegetación, hendió la tierra…”¹. Hasta se alude a una tierra fecundada por una divinidad previamente.

En una tradición acadia, el hombre habría sido formado por los dioses con la sangre de la divinidad sacrificada expresamente para ello.

Israel no es diferente a los otros pueblos, en el sentido de afirmar que el origen del hombre se debe a la divinidad. “El que vive eternamente lo creo todo por igual” (Sir 18,1) (Dt 4, 32a)

Pero dan un salto desmitificador enorme con respecto a sus pueblos vecinos.

Para comenzar su convicción de Yahvé como Dios único, absoluto e infinitamente por encima del hombre, da como resultado un acto deliberativo de Dios, es decir, si Dios crea al hombre lo crea por que así lo decide en su libre voluntad, no es coaccionado por ninguna necesidad.

Los autores bíblicos destacan esta solemnidad de varias maneras.

Primero cuando se refieren a la creación del hombre por parte de Dios utilizan el verbo hebreo ‘bara’ exclusivo al acto creador de Dios y que da un énfasis a la creación del ser humano, mientras los animales por ejemplo fueron hechos salir de la tierra (Gn 1,24-25).

Dios pone especial cuidado en el hombre, primero deliberando consigo mismo (hagamos al hombre…) Luego dotándolo de su imagen y semejanza. Otro hecho alude el crescendo de los días de la creación, que no están allí cual orden cronológico, si no que es otro recurso literario que permitía al autor hebreo poner de manifiesto que el culmen de toda la creación era el hombre. “En seis días hizo Yahveh el cielo, la tierra y todo lo que contienen” (Ex 20,11a )

Necesitaríamos mucho tiempo para reflexionar acerca del pensamiento bíblico y su noción de la ‘imagen y semejanza’ que Dios le otorgó al hombre, pero es de constatar que esta convicción es el centro antropológico bíblico, del cual se desprenden consecuencias morales, religiosas y teológicas, que afectaron al pueblo israelita y le dieron —con otras precisiones más— una originalidad única entre todos los pueblos. No porque faltara otros pensamientos que llamaban a los hombres “imagenes” de los dioses, si no por que su trasfondo antropológico y teológico es bien diferente. Mientras que otros pueblos aducen esta imagen debida a un resultado natural de su creación —ya que habían sido creados con ‘partes’ de los dioses— O a una prerrogativa de algunas clases sacerdotales o regias (los reyes y faraones) Yahvé le dona su imagen a TODOS los hombres simplemente por que así lo desea y lo quiere.

Más aún, el autor bíblico tambalea un poco con la frase “a su imagen, a su semejanza”…. el sabe de la magnitud de lo que está diciendo, mas aun, siendo Israelita comprende las diferencias abismales entre Yahvé y el hombre, pero no se detiene en ello y afirma taxativamente que Dios creó al hombre a su imagen, pero luego como precisando para evitar una falsa divinización de los hombres, añade “a semejanza”.

Esto quiere poner de manifiesto que si bien la imagen de Dios está impresa en el hombre… —este último dada su imperfección natural— esa imagen es a semejanza de la imagen absoluta de Yahvé.

No solo era la creación del hombre algo original, si no que la verdadera fuerza del pueblo bíblico. Es la convicción de la razón por la cual crea al hombre, lo cual lo dota de una dignidad que ningún otro pueblo pudo otorgar con tanta claridad.

El relato de la creación, pone de manifiesto que Dios nos crea por un acto de su libre voluntad. Es decir, Dios crea al hombre por que así lo quiere, por que desea que el hombre sea hombre, no solo el hombre de Israel, si no toda la humanidad. 

“¿No tenemos todos nosotros un mismo Padre? ¿No nos ha creado el mismo Dios?”  (Ml 2,10)
“Pues bien, Yahvé, tú eres nuestro Padre. Nosotros la arcilla, y tú nuestro alfarero, la hechura de tus manos todos nosotros. No te irrites, Yahvé, demasiado, ni para siempre recuerdes la culpa. Ea, mira, todos nosotros somos tu pueblo.”  (Is 64,7-8).

Esta idea tan alta de la dignidad del hombre, tuvo sus consecuencias en Israel. ¿Qué consecuencias eran estas?

LA RELACIÓN ENTRE DIOS Y EL HOMBRE

La relación personal con Dios: Hoy se sabe cada vez más de la idea que tenían los antiguos habitantes de medio oriente acerca de su relación con los dioses. Dado su politeísmo y su tendencia a la ‘magia’, los pueblos circundantes a Israel sufrían angustia al constatar que sus múltiples divinidades tenían diferentes caprichos y necesidades. Creían además que podían hacer invocaciones mágicas para cambiar la ‘voluntad’ de los dioses para bien de uno y para mal de otros. Varios poemas sumerio-acadios constatan esta relación de miedo con sus divinidades.

Cuando el autor del relato genesíaco de la creación aclara que Dios creó al hombre a su imagen, quiso expresar que lo creo cual ser más cercano a su Dios, más que ninguna otra criatura del mundo. Ese algo divino que Dios depositó en el hombre origina en él un rasgo singular que le confiere una cierta afinidad con el mismo Dios, lo que constituye la base para el establecimiento de una relación personal e íntima entre ambos. Tenía razón H.W. Wolff cuando escribía que “la relación del hombre con Dios es el tema dominante y fundamental en la exposición de la creación del hombre…” (Gn 1,26-30). En esa relación se manifiesta la diferencia del hombre frente a todas las demás criaturas”³

Otra consecuencia de la idea de Dios y del hombre en la vida de cualquier Israelita, era la del respeto a la vida, la igualdad de todos los hombres y la dignidad de esa vida.

LA DIGNIDAD DE TODOS

Para los Israelitas, la vida era un atributo que le pertenece exclusivamente a Dios. Esta era una convicción absoluta como lo testimonian variadas fuentes bíblicas (2 M 14, 46; cf. Sir 23, 1. 4; Sb 16, 13) Dios es pues, el “dueño de la vida”. La vida se trataba de un ámbito que Dios se ha reservado para sí. De hecho, a lo largo de todo el AT, la vida del hombre —desde cualquier vertiente que este considerada— arranca y termina siempre en Dios.4 “Por la vida de Yahvé y por la vida que nos ha dado” (Jr 38, 16) “Todas las vidas son mías, la vida del padre lo mismo que la del hijo, mías son. El que peque es quien morirá” (Ez 18,4)

Así, para el Israelita Yahvé decide tanto el comienzo de la vida en la cual interviene directamente “Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno.” (2 M 7,22), así, también Dios decide su término “Yahvé da la muerte y da la vida” (1 Sm 2,6)

No solo eso si no que Dios da cada día de la vida “en los contados días de la vida que Dios le da” (Qo 5,17), así también Dios cuida de esa vida, protegiéndola y salvandola (Jr 20, 13; Sl 74, 19)

“Este deber divino de la vida enfrenta al individuo, independientemente de la existencia del pueblo, con una obligación de carácter absoluto, enseñando a ver el valor infinito de la vida desde el horizonte de la comunidad de naturaleza con Dios” 5

La dignidad humana es otra prerrogativa original, debido a la relación del hombre con Dios. No solo Dios lo creo si no que lo dotó de dignidad: “…lo coronaste de gloria y de esplendor” (Sl 8,6) “…le libraré y le glorificaré” (Sl 91,15).

Esta dignidad se extendía a TODOS los hombres, al contrario de otros pueblos que tenían poca o ninguna consideración hacia los más débiles, Yahvé exige misericordia a todos, expresando así su dignidad “Maldito quien desvíe a un ciego en el camino” (Dt 27,18) “No maldecirás a un mudo, ni pondrás tropiezo ante un ciego, sino que temerás a tu Dios. Yo, Yahvé.” (Lv 19,14) “Abre tu boca en favor del mudo, por la causa de todos los abandonados” (Pr 31,8) ” No te burles del hombre que vive en aflicción” (Ec 7,11). Asi Yahvé mostraba una consideración hacia los mas débiles y necesitados.

Yahvé era también el Dios de todos los pueblos, no solo de ellos, si no de todos los hombres. Hay múltiples testimonios bíblicos de la consideración de Dios y los profetas por personajes extranjeros. Esto trae consecuencias de gran envergadura teológica donde los profetas anuncian la salvación de todos los pueblos, de todas las naciones.

Otra consideración única en Israel era el cuidado de los esclavos. Todos los pueblos antiguos mantenían algún tipo de esclavitud, sometiendo totalmente unos hombres a otros, incluyendo vejaciones y degradaciones ya que no eran considerados iguales. Pero en Israel, aun que algún hombre cayera en esa situación —por uno o otro motivo— no se olvidaba de la dignidad fundamental de éste “Pero no te sobrepases con nadie, no hagas nada sin equidad. Si tienes un criado, sea como tú, porque con sangre lo adquiriste. Si tienes un criado, trátale como hermano, porque has menester de él como de ti mismo.” (Sir 33,30-33) “Si he menospreciado el derecho de mi siervo o de mi sierva, en sus pleitos conmigo, ¿qué podré hacer cuando Dios se levante? cuando él investigue, ¿qué responderé? ¿No los hizo él, igual que a mí, en el vientre? ¿no nos formó en el seno uno mismo? (Job 31, 13-15) Incluso la ley los protege a ellos (Ex 21,20; Dt 5,14) “No entregarás a su amo el esclavo que se haya acogido a ti huyendo de él.” (Dt 23, 16)

Aun en cuestiones legales y de justicia, se reconocía, la dignidad del ‘culpable’ “Cuando hay pleito entre dos hombres, se presentarán a juicio para que se pronuncie entre ellos: se dará la razón a quien la tenga y se condenará al culpable. Si el culpable merece azotes, el juez le hará echarse en tierra en su presencia y hará que le azoten con un número de golpes proporcionado a su culpa. Podrá infligirle cuarenta azotes, pero no más, no sea que al golpearle más sea excesivo el castigo, y tu hermano quede envilecido a tus ojos.” (Dt 25, 1-3). La palabra utilizada en hebreo por ‘envilecido’ significaba también, degradado, deshonrado. Así, ni el culpable de un crimen puede ser quitado de su dignidad primordial, aún cuando tuviera que ser ajusticiado. Asi hacen también con los vencidos (2 Cr 28, 5b-15; 2 Re 6, 8-23)

Aquí cabe una aclaración. Adelantándome al pensamiento de muchos detractores de la biblia, existen pasajes bíblicos que van en contra de estos principios, pero esto solo indica que el hombre Israelita es efectivamente eso, un hombre, que comprende la alta vocación y dignidad que le ha conferido Dios, pero que yerra y peca y es presa de sus propias malas decisiones… De hecho los Israelitas son conscientes de sus limitaciones, y sus pecados.. Aquí habría además excluir los pasajes bíblicos que contenían una enseñanza a base de contrastes extremos, así como aquellos que pertenecen a la saga épica. Pero lo que es interesante de constatar, es que el hombre Israelita tenía presente la dignidad del ser humano, de toda clase, de toda circunstancia y de cualquier pueblo. Tan presente que está impregnado en toda su historia sagrada… 

Y aunque la ley fuera rígida y dura dada la dureza del hombre antiguo, es bien cierto que la moral y la idea de la dignidad del hombre era algo que estaba presente en todo el pensamiento bíblico, aunque hayan tenido que esperar a Cristo, para que los Israelitas por fin, pudieran ligar su ley a las verdaderas exigencias de Dios.

TODOS SOMOS IGUALES

No existía tampoco ninguna ‘casta’ o grupo dentro del pueblo de Israel que pudiera vanagloriarse de tener primacía absoluta “El rico y el pobre se encuentran, a los dos los hizo Yahvé.” (Pr 22,2) “Todos caminan hacia una misma meta; todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo.” (Qo 3,20) Jacob lo reconoce “Yo voy a reunirme con los míos. Sepultadme junto a mis padres en la cueva que está en el campo de Efrón el hitita” (Gn 49, 29) así Josué (Jos 23, 14a).

Tampoco el Rey David se vanagloria de nada, esta es otra de las originalidades de Israel, los reyes, los patriarcas, sus líderes eran humanos como todos, no dignos de veneración ni de culto “Yo me voy por el camino de todos” [David] (1 Re 2,2). Al contrario de otros pueblos donde los reyes eran venerados como divinidades tanto en vida como después de ella, practicando así el culto a los mismos.

Tan es así que a los Reyes de Israel se les recuerdan sus pecados, sufren enfermedad y calamidades, y tienen el mismo destino de todos los hombres.

LA SEXUALIDAD

Otra diferencia fundamental es la desmitologización y desacralización de la sexualidad. Los hombres del medio oriente antiguo quedaban fascinados y deslumbrados por las fuerzas sexuales, esto se demostraba con la prostitución sagrada, los cultos orgiásticos y la concepción de la hierogamia —relaciones entre los dioses—.

En el hombre bíblico en cambio, las energías sexuales eran el medio por el cual Yahvé los bendecía con la descendencia. Era la participación del hombre en la creación de Dios, propagando y continuando el linaje del hombre a través de la procreación. 

Así, en la bendición original del Génesis, Dios otorga al hombre como parte de su humanidad la capacidad de continuar la creación de Dios en fecundidad, así la sexualidad no es más que parte del plan de Yahvé para su creación. Sin quitar por supuesto, el valor positivo que a los esposos otorgaba a la intimidad, ya que para el Israelita la sexualidad tenía como verbo el ‘unirse a’ que también integraba el verbo que nosotros usamos  para ‘conocer’. Así para el hombre bíblico la relación íntima es una relación de unión y conocimiento de la pareja haciéndose una sola carne, mientras en ese acto continuaban el plan y designio de Dios en la creación, gracias a la bendición de Yahvé. Por eso esta idea de la fecundidad, esterilidad, y la de querer dominar sobre la procreación (Onán) era importante para Israel.

CERRANDO

El sentido más grande y último de la vida para el Israelita era el de adorar a Yahvé, diferente a la adoración y culto que tenían otros pueblos. Un Dios que puede amar al hombre, y que esto lleve consigo una relación de misericordia, exigencia y justicia, un deseo de compartir el acto libre y creador.

Por esto y muchas otras cosas, puedo afirmar que el pensamiento de Israel es completamente original, gracias a una progresiva desmitificación y desacralización de todo aquello que sus pueblos vecinos creían, y que haciendo de moldes literarios y concepciones básicas comunes, lograron expresar y proyectar su relación única con Yahvé —con todas sus consecuencias—. Toda la reflexión de su historia se consideraba a la luz de su relación con Dios, y con ello mostraron a las naciones cómo ese Yahvé era algo más que una proyección humana o un elemento de la naturaleza que temer, era el principio de su existencia, su razón misma de pensar y ser libres y que ultimadamente por su propia naturaleza, ese Dios llamaba y exigía al hombre el sacrificio de la propia vida en el amor… El cúlmen de cualquier relación entre dos personas y de la cual Cristo es la respuesta de Dios al hombre.


1. Cf. M.-J. SEUX, Testi mesopotamici, en AA.VV., L’Antico Testamento e le culture del tempo, tr. it., Roma, 1990, p. 231

3. 4. J. GARCÍA TRAPIELLO El hombre según la biblia, San Esteban

5. W. EICHRODT, Teología del AT, II, o. c., p. 372