El problema del mal lo podemos dividir en 2. El problema intelectual del mal y el problema emocional del mal. Las respuestas al primer problema tratan de encontrar a profundidad razones para entender la existencia del mal en coherencia con la existencia de un Dios omnipotente, omnisciente y omnibenevolente. Las respuestas al segundo problema tratan de reconfortar y ofrecer esperanza a quién está sufriendo en si mismo los efectos del mal, el sufrimiento y el dolor.1
Epicuro plantea el problema del mal de la siguiente manera,
¿Es que Dios quiere prevenir el mal, pero no es capaz? Entonces no es omnipotente.
¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces es malévolo.
¿Es capaz y desea hacerlo? ¿De dónde surge entonces el mal?
¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? ¿Entonces por qué llamarlo Dios?
Resumiendo estas proposiciones queda lo siguiente:
1. Dios es un ser omnipotente, omnibenevolente, y omnisciente.
2. El mal existe
Estas dos proposiciones no pueden coexistir juntas (Enunciado ateo)
El problema con esto es que aunque a simple vista parece ser que esas dos proposiciones no pueden coexistir juntas, la realidad es que no hay contradicción explícita entre ellas. Alvin Plantinga decía que el ateo debe de estar asumiendo otras premisas además de esos dos enunciados para sacar sus conclusiones, pero, ¿cuáles premisas podrían ser éstas?
3. Si Dios es omnipotente puede crear cualquier mundo que desee.
4. Si Dios es omnibenevolente, entonces preferirá un mundo sin dolor y sufrimiento que uno que lo contenga.
El ateo dice que Dios al ser omnipotente puede crear un mundo donde haya personas libres que deban siempre elegir hacer el bien y alejarse del mal. En ese mundo no existiría el mal moral. De la misma manera dicen que un Dios todopoderoso podría crear un mundo sin sufrimiento, ni dolor, sin mal natural.
Además, los ateos sugieren que como Dios es omnibenevolente, siempre elegirá crear un mundo donde el mal no existe, a un mundo donde el mal es posible.
Plantinga argumenta que estas dos premisas (2 y 4) no son necesariamente ciertas y para ello usa la defensa del libre albedrío. Si 3 y 4 no son ciertas entonces se sigue que 1 y 2 no son lógicamente incompatibles.
(3)Si Dios es omnipotente puede crear cualquier mundo que desee.
Plantinga argumenta que para que Dios pueda proveer de verdadero libre albedrío a las personas, debe de haber creado las circunstancias donde ellas puedan decidir y dejarlas actuar en consecuencia, haciéndose a un lado (por así decirlo). La omnipotencia de Dios no significa que pueda realizar absurdos lógicos como crear un mundo cuadrado circular, o hacer que el color azul huela a rojo. De la misma manera no puede crear seres libre que siempre hagan el bien libremente.
Haré una pausa aquí para responder algo que quizá este pensando el lector, ¿Y el paraíso? ¿Podremos pecar ahí? ¿No es una prueba de que el Cristiano defiende un mundo sin pecado? No, porque el paraíso no es un “mundo posible” en sí mismo sino parte de éste mundo que incluye la creación actual. El paraíso presupone la realidad de esta tierra, son ambas realidades el conjunto de lo que llamamos un “mundo posible”. En pocas palabras la gloria del cielo presupone la realidad de la tierra y el libre albedrío que se ejerce aquí. Otra visión de esto mismo es suponer que la visión beatífica anula el libre albedrío y determina el hombre al bien, pero de nuevo, este “estado de las cosas” requiere la tierra y el estado de la creación actual, que permite otorgarle la visión beatífica a un ser libre después de haber pasado todos los presupuestos actuales de la creación: pecado, encarnación, muerte y resurrección de Cristo, aceptación de la gracia, vida en santidad, etc.
Regresamos a la respuesta de Plantinga. Que Dios sea todopoderoso no indica que pueda realizar cualquier mundo si en el existen contradicciones como cuando hablamos de un mundo donde haya libertades que puedan elegir siempre el bien. Si en cada mundo posible donde Dios crea criaturas libres algunas de ellas deciden libremente hacer el mal, en esos casos son las criatura mismas quien deciden hacer el mal y Dios no puede hacer nada para prevenirlo que no sea evitar realizar dicho mundo (no crearnos). Por lo tanto es posible que en cada mundo posible para Dios donde haya criaturas libres, sea un mundo con pecado y maldad y por lo tanto no es una contradicción que Dios sea omnipotente y el mal exista.
(4)Si Dios es omnibenevolente, entonces preferirá un mundo sin dolor y sufrimiento que uno que lo contenga.
¿Que hay de esta suposición? Si Dios es omnibenevolente preferiría un mundo sin mal sobre un mundo con maldad.
Tomando distancia podemos argumentar que nosotros como personas finitas entendemos que hay veces que el dolor y el sufrimiento son deseables.
Como padre se que el dolor y el sufrimiento son importantes para mis hijos. Si uno de ellos se cae de un árbol espero le duela para que aprenda a medir las consecuencias y tener cuidado. Es igual si se quema o se corta.
De la misma manera si uno de ellos se inicia en la drogadicción, espero que su sufrimiento sea tan grande que deje ese comportamiento. O si asesinan a alguien, espero que su sufrimiento y arrepentimiento sean casi insoportables para que entienda y evite ese mal que provocó.
El sufrimiento y el dolor nos aleja de lo que intrínsecamente es dañino para nuestros cuerpos, nuestra mente, nuestra alma. No son incompatibles con un ser que ama a quién sufre.
Ni aunque tuviera el poder de evitar que les duela las caídas o sufran cuando dañan a los demás, les quitaría dicho dolor y sufrimiento. Lo he visto muchas veces: “no te preocupes hijo si robas, merecías más; no te arrepientas de matar, tú valías más; no importa como te diviertas, tu diviértete”. Cuando una madre o un padre quiere evitar el dolor y sufrimiento moral de quién hace el mal no lo ayuda a ser feliz, lo termina destruyendo.
Si esto lo entienden seres finitos, es posible para un Dios permitir el mal para lograr un bien mayor. La omnibenevolencia de Dios no está en contradicción con que Dios pueda tener suficientes razones morales para permitir el dolor y el sufrimiento en el mundo.
Hago otra pausa para recordar que una cosa es el problema intelectual del mal y otra el problema emocional del mal. Aunque la idea de un bien mayor pueda sonar despiadado para un padre que perdió a su hijo menor en una batalla contra el cáncer, no hace el argumento menos válido porque estén involucradas nuestras emociones. Estos argumentos no son para lograr un acompañamiento emocional o reconfortar al que sufre, sino para entender el problema del mal desde su profundidad y saber si hay razones intelectuales para rechazar la existencia de Dios por motivo de la existencia del sufrimiento.
Retomando lo que veníamos diciendo. La omnibenevolencia de Dios no está en contradicción con que Dios pueda tener suficientes razones morales para permitir el dolor y el sufrimiento en el mundo.
El problema lógico del mal
- Dios es un ser omnipotente, omnibenevolente, y omnisciente.
- El mal existe
ergo Dios no existe
(Supuestos no explícitos)
- (3) Si Dios es omnipotente puede crear cualquier mundo que desee.
- (4) Si Dios es omnibenevolente, entonces preferirá un mundo sin dolor y sufrimiento que uno que lo contenga.
Hemos vistos que los presupuestos 2 y 3 no son necesariamente ciertos, por lo que los enunciados 1 y 2 no son incompatibles. El problema lógico del mal queda respondido.
En conjunto
Aunque emocionalmente el intentar hablar del bien mayor en vista al mal que nos cae encima nos es chocante, creo que hay que tomar las dos premisas en su conjunto. Podemos decir que un Dios omnibenevolente no elegirá necesariamente un mundo sin dolor (argumentación lógica) pero al mismo tiempo hay que recordar que Dios no puede crear un mundo de criaturas libres donde no exista el mal (¿Pecado necesario?). Esto nos pemirte comprender que el dolor, el sufrimiento y el mal son intrínsecos a esta creación y que la omnibenevolencia de Dios tiene que entrar al mundo de otras maneras, ya que la única solución posible a un mundo sin mal es que Dios no lo creara (recordemos que cuando hablamos de un mundo posible estamos hablando de todo el conjunto existencial… no solo de la vida en la “tierra” sino de todo lo precedente y futuro que se da en esta existencia, ej. caída, pecado, mundo mortal, libre albedrío, salvación, paraíso, etc.)
La benevolencia de Dios en este mundo puede interpretarse como haber creado un balance donde el máximo bien sea posible con el mínimo mal, en un mundo donde el mal es inevitable para crearnos libres, Dios responde controlando el mal y maximizando el bien.
La Teología Cristiana
En la Teología anterior nos quedamos con que: Dios responde controlando el mal y maximizando el bien. Pero no sabemos como explícitamente responde, solo podemos deducir que el enunciado es lógico. Pero la Teología Cristiana ofrece un cómo tangible y real.
“Tu me enseñas el camino de la vida; con tu presencia me llenas de alegría; ¡estando a tu lado seré siempre dichoso!” Sal 16,11
La historia de salvación es la historia del reinado de Dios. El plan de Dios de establecer su reinado en una creación puesta en manos de la libertad. Para ello inicia todo un proceso. Elección de un pueblo (Israel), enseñanza a ese pueblo a seguir una ley moral y de adoración dentro de su contexto humano e histórico, fracaso constante de dicho pueblo, promesa de una salvación proveniente de un mesías, entrada al mundo de lo más inimaginable posible, Dios mismo encarnado entre nosotros: “El único Hombre fiel que se encuentra con la fidelidad única de Dios”, un Dios que sufre sobre sí mismo todo el peso del pecado y el mal, hasta la muerte misma, uniéndose al hombre en todo (excepto el pecado —absurdo—)… la resurrección de la carne de Dios hecho hombre, que al suceder dentro de la naturaleza humana (y divina) nos otorga esa transformación a nosotros como parte de nuestra naturaleza ya transformada por la naturaleza divina. La historia de una Iglesia que lleva el peso de dicho mensaje a todos los rincones de la tierra. La atracción de todos los hombres hacia Dios…
Dios no puede destruir el mal si no lo destruye desde adentro, desde el centro de nuestras decisiones, intenciones, desde nuestra mente, alma y corazón. La historia de salvación es el cómo Dios dirige al hombre, el cómo redirige el corazón del hombre hacia Él.
Pero el problema es más grande, no es solo un conocimiento, una lección que aprender, “Haz esto”, “No hagas esto”… sino que es algo más real. El mal histórico, el mal que ha ido penetrando la realidad deja consecuencias reales, heridas, clamor de justicia. Mientras algunos hombres siguieron su consciencia, o intuyeron a Dios desde la naturaleza y el cosmos, o fueron parte del Israel fiel, o intentaron seguir la ley moral inscrita en sí mismos, otros decidieron ir en contra de todo eso, entretejiendo una historia de pecado y gracia, de bien y mal.
La cruz no sería necesaria si la historia de salvación fuera solo una verdad a creer y una moral a seguir, es ante todo el drama de lo que sucede. Y lo que sucede es un mal histórico, real, que exige justicia, una justicia que no debe de entenderse solo como una decisión de Dios que podría ser de otra forma. Sino de una exigencia natural al Ser justo de Dios. No se trata de “te portas mal y te castigo” sino de si te acercas al fuego te quemas y si te acercas más te calcinas. No es una voluntad dispuesta a castigar, sino un resultado natural, una consecuencia natural y metafísica que no puede ser de otra manera, así quizá podemos entender la justicia de Dios, no como un padre que castiga, sino como una consecuencia inevitable al pecado —el sufrimiento—; y al pecar sin arrepentimiento —la muerte—.
La cruz no es una manera sádica de autoperdonarse, es lo que le pasa a la justicia, al amor, a la verdad en un mundo que aborrece las tres, es la consecuencia natural del pecado. Dios en este mundo no podía hacer otra cosa que morir y eso resultó ser no solo necesario sino que también se conviertió en la realidad de en un Dios presente, una presencia junto al hombre y cada uno de sus pasos en esta creación sumergida en una maladad que parece llevar a un sin-sentido.
No solo eso, sino que la cruz también “paga” lo que no alcanzamos. Cuando una voluntad no alcanza (aunque quiera) hacer el bien que sabe debe de hacer. Cuando no entendemos que ese pequeño pecado tiene consecuencias inimaginables, y ese efecto caótico lo clava Cristo en la cruz. Cuando la cruz y la resurrección no permiten ya que la muerte tan definitiva tenga la última palabra.
Dios crea una redención donde el hombre es libre, pero al mismo tiempo le enseña el camino de la felicidad verdadera, donde el mal existe por resultado de esa libertad, pero mientras el hombre aprende a usar su libertad, Dios lo acompaña realmente, encarnadamente en cada paso del sufrimiento, donde el peso abrumador de mi pecado y de los que me rodean pueden tener una palabra de perdón, de verdadera salud sin importar lo que se haya hecho, donde la muerte como resultado natural, metafísico del pecado, no tienen la última palabra. Un mundo real, con humanos reales, haciendo cosas reales y un Dios real, haciendo cosas de un Dios real.
(Este artículo será extendido poco a poco, en mi pasión y afán por escribir prefiero ir mostrando lo que voy escribiendo y luego actualizar, a esperar a tener todo terminado —si es que alguna vez se termina—)
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