La oración, otro de los grandes misterios Cristianos. Oramos y parece que no pasa nada, pero si no oramos nunca podremos saber todo lo que cósmicamente se comienza a colapsar. No es una hipérbole, es un principio elemental cuando comprendemos que la oración es un acto real que mueve átomos físicos y espirituales, tan real como dar un vaso de agua, colocar un ladrillo o abrazar a alguien.
Nos cuenta el Génesis que Moisés manda a la batalla a Josué mientras él subía al monte a orar «Josué cumplió las órdenes de Moisés, y salió a combatir contra Amalec. Mientras tanto, Moisés, Aarón y Jur subieron a la cima del monte» (Gn 17,10) Pero la batalla no la ganaría la fuerza de Josué y sus hombres:
«Y sucedió que, mientras Moisés tenía alzadas las manos, prevalecía Israel; pero cuando las bajaba, prevalecía Amalec.» (Gn 17,11)
¡Mientras Moisés oraba Josué ganaba la batalla, cuando no oraba era Amalec, el enemigo, quién prevalecía! Es Dios quién concede a través de la oración la victoria. Pero no solo eso, no solo orar, Moises manda a Josué a pelear… no es solamente la pura oración la que gana las batallas, hay que ir a pelear.
Dice un bello Salmo:
«Si el Señor no construye la casa
en vano trabajan los albañiles;
si el Señor no protege la ciudad,
en vano vigila el centinela.» (Sal 127,1)
Así que sin el Señor no se logra nada, ¡pero Dios quiere que haya albañiles y manda a cuidar la ciudad con centinelas!
Ese es el misterio, Dios no nos necesita, pero decidió actuar a través de nosotros, por eso nos envía, pero no nos envía para pelear con nuestras fuerzas, sino que nos da la suya, pero no nos la da si no oramos… es la alianza de Dios y el hombre, nos llama, nos ama, nos manda y mientras vamos caminando nos pide que sigamos hablando con Él, necesitándolo, pidiéndole, y el nos da su fortaleza… sin Él no logramos nada, si no oramos no nos entrega su fuerza, si no actuamos Dios no actúa.
La Batalla contra Amalec fue ganada, porque Josué y sus hombres pelearon, porque Moisés no dejó de orar, porque Dios respondió a Moises…
«Pues no se apoderaron de la tierra por su espada, ni les dio su brazo la victoria, sino fueron tu diestra y tu brazo, y la luz de tu rostro, porque los amabas» (Sal 44,4)
Orar, pelear, ir, esperar, clamar a Dios… estamos en guerra, el mundo y sus proyectos contra los proyectos de Dios, Dios que nos envía a cada rincón a proclamar, curar, salvar, acompañar, a anunciar a Jesucristo, encarnado, crucificado y resucitado… y luego orar de nuevo, hasta el final de los tiempos cuando todo sea renovado en Él. Nunca dejes de orar.
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