El matrimonio tiene que ser un sacramento porque solo sobre una roca firme puede construirse una familia, que es la segunda alianza más importante después de la alianza con Dios.
Poder ir a la cama después de muchas dificultades y a pesar de todo poder abrazar a tu esposa(o) porque su alianza es más fuerte que las tormentas. Saber que a pesar de todo, jalarán para el mismo lado, nunca se bajarán del barco y triunfarán sobre cualquier tempestad. Solo sobre esa roca puede fundarse una familia.
Los que maltratan el matrimonio, los que lo quieren fundar sobre solo un “papel”, los que lo quieren más “libre” y cómodo, son ellos los que temen el verdadero poder del matrimonio, los que no desean que sus deseos de placer, conveniencia y egoísmo se vean amenazados o evidenciados por las exigencias totales de un matrimonio de cara a Dios. Pero menos felicidad para ellos, porque la verdadera alegría se encuentra en los brazos de la roca sacramental de un matrimonio fortalecido por Dios, en la esperanza de que a pesar de todo, la alianza de los esposos pueden soportar tormentas que nadie más podrá soportar. Es el gozo del amor eterno, del cual los esposo son imagen de Dios, quién es fiel a sus promesas no solo hasta la muerte sino por encima de la muerte.
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