Existe una tentación muy grande, aún en tiempos de aislamiento como el que estamos viviendo, la tentación de la sobre-actividad. Hoy más que nunca hay “muchas cosas que hacer”, misas virtuales todo el día, rosario, el ángelus, cursos virtuales, noticias, memes, redes sociales, cientos de videos, reportajes, libros, blogs, podcast, el evangelio del día, la meditación del Padre Sam, los 10 minutos con Jesús y un cuasi infinito etcétera.
No queremos perdernos nada, al final, se trata de Dios y mi alma, de temas espirituales ¿no?. Esto hace a la tentación aún más mortal, porque se reviste de algo bueno, pero mal encaminado. ¿Te imaginas en tiempos de Jesús que Pedro, por ejemplo, en vez de dedicar su día entero a “pasar con el Señor” estuviera 30 minutos con él, luego otros 30 a escuchar el Podcast de Gamaliel, luego otros 30 leyendo las escrituras y luego corre otros 30 al curso de oración de la Sinagoga y luego otros 30 en Isragram compartiendo selfies de él rezando, etc. «Marta, Marta, te preocupas y agobias por muchas cosas, pero solo una es importante»
Jamás podrás leer todo lo que pudieras leer, jamás podrás escuchar todo lo que hay que escuchar, jamas rezarás todo lo que hay que rezar, nunca. Pero ante todo esto hay un refrescante antídoto: CONTEMPLAR.
Contemplar es detenerte, deleitarte, profundizar, mirar, penetrar, preguntar, abrazar, cuestionar, dejarse afectar, ponerse en ese lugar, meditar, conversar con una sola cosa.
Esos 10 tweets de su Santidad el Papa Francisco no te van a cambiar la vida más, que si te quedaras con uno, y lo rumiaras todo el día mientras haces tus actividades. Elige algo diario que contemplar, una sola cosa. Puede ser el Evangelio, u otro pasaje de la Escritura, puede ser un capítulo del libro que estás leyendo, quizá de la vida de un Santo. Puede ser algo que escuchaste en un Podcast. O mejor aún, puede ser contemplar el crucifijo que tienes en tu casa, o aquel que tienes impreso en tu esquina para orar.
No digo que tenga que ser, sola y tajantemente una cosa, pero, no puedes contemplar dos cosas al mismo tiempo, y mientras más tiempo permanezcamos pensando una, más nos dejaremos afectar por ella, más la comprenderemos.
Inténtalo, una vida espiritual internamente ajetreada es una mala vida espiritual. Elige una forma diaria de contemplar a Dios y abrázala el mayor tiempo posible. Detenerse a contemplar es lanzarse a amar.
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