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Ignorar que es el cientificismo es peligroso, ya que podríamos inadvertidamente comenzar a digerir como propios sus supuestos.

¿Sabías que el cientificismo no consideraría la psicología como adecuada? ¿La historia? ¿Cómo podría saber si Julio Cesar realmente existió o cómo podría realmente asegurar que la batalla de Termópilas es histórica si no puede repetirla? Para el cientificista la ética es relativa y la moral inexistente. De hecho, niega por completo el libre albedrío y cree en un mundo determinado a ser como es.

Sus principales proponentes tienen una filosofía particular, ateísta militante, y usan pseudoteorías y lenguaje “científico” para sustentar sus ideas.

CIENCIA Y CIENTIFICISMO

El término ciencia tiene en sus raíces el concepto de “conocimiento”. Lo que denominamos ciencia ha cambiado a lo largo de los siglos porque han existido distintas corrientes de pensamiento que cambian el concepto de “qué es conocimiento” “qué es conocimiento útil” y “qué métodos son aceptables para el conocimiento”.

El cientificismo es una ideología extrema que afirma que solo el método científico es apto para adquirir conocimiento, excluyendo otros puntos de vista. “Los métodos inductivos característicos de las ciencias naturales son la única fuente de conocimiento genuina y factual y que, en concreto, solo ellos pueden producir conocimiento auténtico sobre el hombre y la sociedad.”

Esto aparenta ser muy razonable pero corta de golpe la razón misma. La tendencia a ver el mundo natural como lo único existente, es irónicamente una posición filosófica, pero el materialismo a su vez niega el valor de la filosofía. Aquí ya surge su verdadera cara de ideología. Dicho con otras palabras, la idea de que solo el método científico está calificado para saber las cosas no se deduce del mismo método científico, sino que es una posición previa, una preconcepción, una idea filosófica.

¿COMO SE HA LLEGADO A ESTA FILOSOFÍA?

La popularidad que ha logrado el método experimental se debe a los logros conseguidos al momento de dominar y transformar la naturaleza. Es muy fácil ver su utilidad: vidas más largas, menos enfermedades, tecnología que nos dan mejores herramientas de comunicación y mayor entretenimiento. La técnica que aplica los conocimientos científicos se ha convertido en motor de la economía, el bienestar y por lo tanto en una fuente de esperanza.

Esto ha creado el mito del progreso indetenible de la ciencia, idea impulsada por el racionalismo ilustrado del siglo XVIII. Ya desde el siglo XIX algunos intelectuales alzaban a la ciencia hasta el endiosamiento, al proponerla como la única forma válida de conocimiento objetivo, negando otras ciencias humanas, como la filosofía o la teología.

Pero este no es el panorama completo, esa esperanza que ha dado la ciencia ha sido ficticia… el mismo avance que nos da satisfacciones ha creado la bomba atómica y ha asesinado a millones en dos guerras mundiales. Surgen de nuevo las preguntas espirituales, éticas y morales. La ciencia nos ha dado herramientas cada vez más poderosas, pero el espíritu humano sigue siendo el mismo, ese poder lo podemos usar para bien o para mal, para crear o para destruir. El comprender la necesidad de un uso ético de la ciencia nos pone de nuevo de vuelta a la filosofía y teología.

Pero no solo es eso, el hombre común que no está envuelto en las grandes decisiones de la humanidad, ni dirige un país o una fuerza militar, se ha encontrado también con una pared ante la ilusoria felicidad que prometía el avance científico. ¿Una vida más larga te dará más felicidad? ¿Librarte de todas las enfermedades te dará mayor alegría? ¿El entretenimiento extendido y a tu alcance te dará mayor gozo? La ciencia nos ha dado herramientas, pero los grandes problemas, las grandes preguntas, los grandes anhelos siguen sin cambiar, siguen sin poder ser tocados ni de cerca por las respuestas del método científico, porque la ciencia solo se limita a describir lo que ve, a descubrir lo que existe dentro de la naturaleza, pero no puede, ni podrá jamás entrar a los problemas reales que vienen de una potencia que solo el hombre tiene, de unos deseos que solo el hombre tiene, de una búsqueda que solo el hombre tiene.

La ciencia podrá darme más años pero no puede devolver a la vida a mi hijo, puede decirme de que esta formada la materia pero no puede decirme el porqué violar a una mujer esta mal y amarla está bien, puede entender que es el tiempo y el espacio pero no puede decirme porqué algo es en vez de no ser. Las preguntas filosóficas no son subjetivas, nacen de las profundidades de nuestra experiencia humana, mucho antes de que existiera el concepto de “filosofía” o “ciencia”.

Sir John Eccles, Premio Nobel en Medicina, decía en un libro suyo publicado a mediados de la década de los ochenta, del pasado siglo, que las grandes corrientes ideológicas actuales podían resumirse en cinco grupos: a) el cientificismo, b) el relativismo moral, c) el materialismo, d) el evolucionismo reduccionista, y e) el ambientalismo. La suma de estas cinco clases de ideologías constituye lo que Eccles denomina: filosofía folk,popular, sin contenido, una forma de pensamiento que se caracteriza por ser: divulgativa, popular y acrítica.

Es de vital importancia comprender esto, en internet, en los medios de comunicación, en los medios “divulgativos” se pone como hecho científico algo que es una mera conclusión filosófica basada en los supuestos científicos. Es en corto, el uso de enunciados científicos para sustentar una posición o ideología, en la mayoría de los casos el materialismo extremo y el ateísmo. Es como el New Age del ateísmo.

CIENTIFICISMO

El cientificismo es, pues, una manipulación ideológica de la ciencia por parte del materialismo, que es siempre una doctrina filosófica y no una conclusión extraíble de los métodos de investigación científica.

Este dogmatismo del cientificismo es contrario completamente a lo que en teoría, representa la racionalidad científica: prudencia en la emisión de juicios; humildad al reconocer sus límites; espíritu crítico que no acepta como tesis firmemente establecidas lo que no pasa de ser hipótesis o conjeturas; y mentalidad analítica y antidogmática que lleva a una apertura y un diálogo con otras disciplinas del saber humano.

El cientificismo viene a ser la pseudociencia de quienes piensan que la ciencia lo es todo o que, al menos, es el medio principal de que disponemos para saber todo. El cientificismo vendría a ser la creencia dogmática de que el modo de conocer llamado ciencia es el único que merece el título de conocimiento.

De todo esto se sacan conclusiones erróneas, por ejemplo, si las ciencias naturales son las únicas viables para “conocer” algo, y estas se encargan solo de cosas materiales, entonces concluimos que solo existen cosas materiales. Pasamos de la afirmación de que no conocemos nada que se sitúe más allá de nuestra experiencia sensible a no existe nada más allá de los datos de nuestra experiencia sensible.

Kant se pronunció rotundamente contra este tipo de planteamiento y denunció la falsedad que encerraba el salto injustificado que da. Para Kant la experiencia nunca puede demostrar que una causa no exista por el mero hecho de que ésta nunca pueda captarla, lo único que la experiencia enseña es que no podemos percibirla: “¿Quién puede demostrar la no existencia de una causa por medio de la experiencia —dice Kant—, cuando ésta no nos enseña otra cosa sino que no percibimos la causa?” 

LA CIENCIA

La relación de la ciencia y de otros métodos que el ser humano tiene para entender la realidad, la explica muy bien el científico Jean Chaline: “en la actualidad, las relaciones entre la filosofía, la religión y la ciencia se han ido aclarando parcialmente. Se admite hoy la existencia de dos niveles de conocimiento: el conocimiento del cómo, que es exclusivo de la ciencia, y el conocimiento del porqué, que concierne a la filosofía y la religión. Estos ámbitos son tan diferentes en sus objetivos y sus métodos que ambos enfoques son independientes… Enfoques que en realidad son complementarios y deberían converger hacia una verdad única”

La superación del cientificismo se logra conociendo adecuadamente los alcances y los límites del método científico, dándole su verdadero valor y respetando honestamente su espíritu de búsqueda. Espíritu que conlleva a respetar y dialogar con otras formas de conocimiento humano; todas ellas con una validez objetiva adecuada a sus métodos de investigación propios, con sus propios límites y lenguaje.

Ese espíritu de honestidad debe quitar de en medio los prejuicios personales, si dejamos que nuestros prejuicios de la religión, la iglesia, Dios, el mundo, llenen nuestra mente, entonces solo escogeremos escuchar todo aquello que sustente y refuerce lo que previamente creo. Esa manera tan humana de actuar lleva a su vez a una deshonestidad, que va en contra del espíritu crítico no solo de la ciencia sino de la búsqueda de la verdad.

Nadie puede decir que sabe ya todo lo necesario para tomar una posición absoluta ante la realidad. Esa es una arrogancia existencial. Ni el ateo ni el creyente puede concluir que todo lo que ha leído, pensado y experimentado es lo único necesario para sostener sus ideas, sus experiencias, sino que siempre y en todo momento debe pensar, dialogar y reflexionar todo conocimiento y experiencia nueva que llega de cualquier fuente, sin importar si eso refuerza mi creencia anterior o la hace tambalear.

EL PROBLEMA DEL CIENTIFICISMO

El cientificismo es irracional, porque insiste en que la ciencia puede hacer cosas que no puede hacer. Un verdadero amante de la ciencia no podrá negar jamás los grandes aportes de la misma, pero la afirmación que solo ella puede resolver las grandes preguntas que han hecho la filosofía, metafísica, epistemología, etc. es supersticiosa.

Al contrario de la razón, la superstición insiste en que algo tiene poderes que no son reales… cuando el cientificismo afirma que ha respondido o puede responder preguntas que están más allá de la habilidad de la ciencia para responder, reconocemos su verdadera cara de superstición.

Esto solo está llevando la historia hacia un punto donde gracias al cientificismo la verdadera ciencia sea cuestionada y su credibilidad se vea afectada, incluso en aquellas preguntas que realmente caen dentro de sus competencias.

Quizá la superstición del cientificismo sea lo que hacía falta para traer una nueva ilustración que ponga la ciencia, la filosofía, la metafísica y la religión en los lugares que realmente les corresponden. Y entonces el hombre pueda ser hombre y preguntarse las grandes preguntas, cuestionarse las profundidades de lo que experimenta y pueda acceder realmente a todo lo que el hombre sabe, en la totalidad de lo que ha reflexionado, vivido y descubierto.