Nahuel Tula Dontcheff Opino igual que tú. El problema somos los Cristianos que no sabemos expresar la grandeza de nuestra fe.
Nuestra fe no es una SALIDA del mundo, al contrario, es el fundamento que nos permite hacernos cargo de nuestra vida TERRENA, la cual tiene un valor eterno.
Sé que no te gusta la palabra trascendental, podemos cambiarla y decir, el fundamento y sentido de la vida no puede venir de nosotros porque entonces no sería ni fundamento ni sentido, sino solo perdición y tanteo. No hay nada que hacer con un mundo que no tiene sentido.
Cuando Cristo habló acerca del “Reino de Dios” no habló de irse al cielo, y de desvalorizar este mundo. Cuando Cristo resucita, le da todo el valor posible a la creación, a esta.
El Reino de los Cielos no es nuestro destino de escape cuando muramos, sino el reinado soberano de Dios “en la tierra como es en el cielo”
Cuando Cristo hablaba del Reino de los Cielos, a través de parábolas y acciones simbólicas, se refería a la soberanía y reinado salvífico de Dios rompiendo la realidad en ese momento. Aunque esta intervención no fuera como sus contemporáneos la esperaban, bélica, poderosa, derrocando a Roma.
El Apocalipsis no es todo una visión de los días finales sino del presente, la dimensión del cielo en nuestra vida presente. El cielo no es en la Biblia nuestro destino futuro, sino la otra dimensión (oculta) de nuestra vida ordinaria. La dimensión de Dios.
Si la resurrección es el inicio de una nueva creación, entonces este mundo y este cuerpo importan. Pablo menciona la resurrección como motivo para cuidar el cuerpo (1Cor 6,14) y como motivo para no permanecer sentados, esperando que todo pase, sino trabajar fuerte en el presente, sabiendo que nada hecho por el Señor hoy, con la fuerza del espíritu, será desperdiciado en el futuro de Dios. (1Cor 15,58).
La resurrección pone de manifiesto la Justicia de Dios y a Dios como el Creador de todo lo bueno, el cual recrea el cosmos hacia una nueva creación. Esta certeza fue la que hizo a los Cristianos oponerse al Cesar y no una simple fe en un ignoto cielo para descansar.
Nuestra tarea en el presente es vivir como personas de resurrección, entre Pascua y el día final. En nuestras comunidades y de manera individual, vivir en adoración y misión como signo y adelanto de esa resurrección.
Resurrección en el mundo antiguo
En el mundo antiguo la palabra “resurrección” sea en griego, latín o equivalentes, nunca se refirieron a la vida después de la muerte. La palabra Resurrección era utilizada una nueva vida corporal después de cualquier tipo de vida que exista después de la muerte. Los paganos negaban la resurrección y algunos Judíos la afirmaban.
Todos tenían un lenguaje para hablar de espíritus, fantasmas, alucinaciones, visiones. Tenían claro que la resurrección no se refería a ninguno de estos conceptos.
Cuando los primeros Cristianos decían que Jesús se había levantado de los muertos, sabían que estaban hablando de algo que no le había pasado a ningún otro y que nadie esperaba que pasara.
La Resurrección de Jesús
Hay un punto sin embargo que Jesús introduce. Si bien habla de la resurrección del día final (Mt 13,43; Jn 5,29)… también comienza a decir a sus seguidores que el mismo será muerto y levantado tres días después. Similar a los mártires Macabeos que veían en su muerte algún significado salvífico, como diciendo: “Dios me vindicara después de mi muerte”.
Sin embargo los discípulos de Jesús se veían confundidos y no entendían lo que Jesús decía. La última cosa que se les podría pasar por la cabeza era imaginar que el portador del Reino, este Jesús en el que estaban creyendo podría ser el Mesías de Dios, moriría en manos de los paganos que ocupaban Judea. No existía ninguna referencia, ni corriente que hablara de un mesías que moriría para salvar a nadie y resucitaría tres días después.
Esto muestra, además, que la crucifixión de Jesus era el final de todas sus esperanzas. Nadie se vería diciendo, “Está bien, regresará en algunos días”, ni diciendo, “Bueno, al menos está en el cielo con Dios”
Lo que ellos decían era: “Habíamos esperado que este fuera quién redimiera a Israel” (Lc 24,21)… con la implicación, “pero lo crucificaron, así que no puede ser el”.
La cruz, tenia un significado simbólico en el mundo Romano… significa: Nosotros los Romanos mandamos en este lugar, y si te pones en nuestro camino, arrasaremos contigo, y de una manera desagradable.
La crucifixión significaba que el Reino no había venido, no que había venido. La crucifixión del que se decía Mesías, significaba que no era el Mesías, no que sí lo era. Cuando Jesús fue crucificado, cada uno de los discípulos sabía lo que significaba: apostamos por la persona equivocada. El juego termino. Cualquier expectativa que tuvieran, se habían convertido en cenizas, sabían que tenían suerte si escapaban ellos con vida.
Un Jesús sin la resurrección
Muchos proclamados mesías fracasaron, y sus seguidores tenían dos opciones: darse por vencidos o buscar un nuevo mesías. En el caso de Jesús la opción clara era Santiago su hermano, pero nadie hizo eso.
Imagina a Simon bar Giora el rebelde, mesías, rey de los Judíos que lideró la revuelta que termino con la destrucción del templo de Jerusalén. Él fue llevado a Roma y fue asesinado.
Imagina a algunos Judíos revolucionarios, tres días después diciendo: “Sabes, creo que Simon realmente era el mesías, y ¡todavía lo es!”
Los otros, extrañados, le contestan:
“Claro que no lo es, los Romanos lo atraparon y asesinaron. Si queremos un mesías tenemos que encontrar otro.”
“Pero yo creo que ha sido levantado de los muertos”
“¿A qué te refieres?, él está muerto y enterrado”
“No, creo que ha sido exaltado al cielo”
“Todos los mártires justos están con Dios, todo mundo sabe eso, eso no significa que ya hayan sido levantado de los muertos. De todas maneras, la resurrección se dará al final de la historia, no a una persona en medio de la misma”
“No, no lo entiendes, tengo un fuerte sentimiento del amor de Dios rodeándome, siendo que Dios me ha perdonado, nos ha perdonado a todos. Tengo mi corazón extrañamente reconfortado. Es más, anoche vi a Simon; él estaba ahí conmigo…”
Los otros lo interrumpen, enojados. “Todos pueden tener visiones y sueños, a veces muy vívidos, pero eso no significa que sus visiones hayan sido levantadas de los muertos. Y si sientes calidez en tu corazón, canta un salmo, y no inventes historias acerca de Simon.
No tiene sentido un Cristianismo que no haya iniciado por una fuerte experiencia nacida de la certeza en la resurrección de Cristo, no de unos cuantos sino de una multitud.
Jesús es Señor, por lo tanto el Cesar no.
La muerte es el arma final del tirano, y el punto de la resurrección es que la muerte ha sido derrotada. La resurrección no es otra forma de describir la muerte, es su derrota, y es la derrota de aquellos que su poder depende de ella.
Son aquellos que creyeron en la resurrección del cuerpo los que fueron quemados y arrojados a los leones. Los Gnósticos que imaginaron la resurrección en algo espiritual y dualista, eran inofensivos para Roma. ¿Qué emperador perdería el sueño por aquellos que leían el “Evangelio de Tomás”?
La certeza Cristiana de la resurrección pertenece al mapa del Judaísmo, no del paganismo, y es precisamente dentro de la teología Judía de monoteísmo, elección y escatología, que abrió un mundo completamente nuevo de ver, la historia, la esperanza y la hermenéutica. Y esto demanda una explicación histórica.
Así como el conjunto de la aspiración grecolatina a la sabiduría podría resumirse en la frase «hombre, conócete a ti mismo», creo que el mayor precepto moral que se deduce de la Biblia es: «Hombre, hazte cargo de ti mismo.»
El Cristianismo, no es una escapada del mundo, es la valorización profunda de la creación y la humanidad, garantizada por un Dios que se encarna y nos permite tocar eso que ni tú ni yo podíamos tener certeza jamás de alcanzar.
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